Sin fines de lucro - Rescatando el patrimonio de Chile

Benderilleros.cl en el Santiago E-Prix

La realización del Santiago E-Prix sigue dando buenos dividendos a nuestro automovilismo. De un equipo de 24 Marshalls entrenados especialmente para la carrera, con Estándares FIA, 19 de ellos son de nuestros amigos Banderilleros.cl.

Esta capacitación les permitió quedar al nivel de cualquier evento importante de automovilismo, logrando una calificación única en nuestra historia del automovilismo. Como si eso no fuera poco, 6 integrantes de este equipo, fueron especializados por el Instituto OMDAI, que es la representación de la Federación Internacional del Automovilismo (FIA) en México, promueve el deporte dentro y fuera del país, asegura el buen cumplimiento de los reglamentos en éstas carreras nacionales e internacionales, acredita pilotos mexicanos en competencias internacionales y capacita profesionales del deporte.

Felicitamos a Banderilleros.cl por este fantástico avance en su profesionalización, que se verá marcada en el desarrollo de nuestra temporada 2018 del Campeonato Histórico de Velocidad FOUR B

Chilenos en la Fórmula E

Esperando el emocionante inicio de la temporada 2018 del Campeonato Histórico de Velocidad FOUR B, el automovilismo no ha dejado de moverse y una de las noticias que más contentos nos tiene, es la realización del Santiago E-Prix el próximo 3 de febrero.

Recibiendo la categoría de autos eléctricos más importante del planeta, nos enorgullecemos en ser parte de este evento, sobre todo porque incluso nosotros, como Campeonato, aportamos nuestro granito de arena. ¿Cómo? Nuestro honorable presidente, el Doctor Claudio Solé B. es la autoridad médica de la FIA en Chile, convirtiéndose en el médico a cargo de todas las operaciones respecto a la Asistencia Médica del Santiago E-Prix para Pilotos, Staff Organización Fórmula E , representantes de FIA y los oficiales de pista de FADECH.

Bajo su responsabilidad está un grupo de Médicos y asistentes, 60 personas, más un Extraction – Team ( MDD ) ( Rescate – Liberación ) provisto por Formula E Holdings.

Con orgullo recibimos uno de los eventos más importantes en la historia de nuestro automovilismo, dejando a su paso una experiencia de la que nosotros, Campeonato Histórico de Velocidad FOUR B, tendremos la oportunidad de rescatar ampliamente.

Nemesio Ravera

Este hábil y veloz piloto fue siempre el máximo representante del Audax Club Sportivo Italiano en las carreras de autos. Hizo sus primeras armas a bordo de un Ford coupé en el legendario circuito

de Macul, al iniciarse la década del 50. Allí dio las primeras muestras de su destreza de futuro campeón al imponerse en una carrera realizada en diciembre de 1951, en la que participaron además consagrados volantes argentinos, por lo que la victoria de Ravera fue muy meritoria. En esa década pasó a integrar el grupo que la prensa denominaba los “cuatro ases” del automovilismo de Turismo Carretera, junto a Bartolomé Ortiz, Raúl Jaras y Eugenio Velasco, con quienes mantuvo duelos memorables en diversas competencias.

Nemesio Ravera no sólo fue un volante identificado con la marca Ford en T.C., sino que también tuvo actuaciones muy destacadas en la serie carrozados y gran sport conduciendo su precioso y deportivo Alfa Romeo 1900 Touring . Con este Alfa obtendría varios triunfos en pistas como Los Dominicos y circuitos en Viña del Mar y Valparaíso.

Fue en la segunda mitad de la década del 50 cuando obtuvo sus mayores éxitos en Turismo Carretera, luego de que llevara su Ford a la Argentina, donde fue preparado su motor V8 y remozada su carrocería por el famoso preparador trasandino Juan Carlos Navone, quien correría junto a él , como copiloto, en muchos grandes premios por carretera. La cupecita Ford de Ravera fue una de las primeras en lucir en Chile las colas aerodinámicas con forma de alas sobre los tapabarros traseros, lo que causaba mucha admiración entre los aficionados.

En 1959 se impuso en varias pruebas, incluso en el extranjero, ya que logró una sonada victoria en el famoso Circuito de Atocongo en el Perú, ganando en la categoría denominada Fórmula Uno, para coches equipados con motores de hasta 3 litros. También fue el triunfador del único gran premio de carreteras del año, el de Las Dos Provincias, con lo que consiguió coronarse Campeón de Chile de Turismo de Carretera. Al año siguiente se pondría nuevamente la corona de campeón nacional tras ganar espectacularmente el Gran Premio Santiago- Valdivia, así como en varios circuitos, entre ellos el del Cerro Condell en Curicó.

En la carrera desde la capital a la ciudad de Valdivia triunfó con un tiempo sobresaliente: 12 horas, 19 minutos y 59 segundos, a un promedio de velocidad de 134,42 KPH. Por cierto que en aquella época la Panamericana sur tenía la mayor parte de su recorrido sin asfaltar, e incluía varias intrincadas cuestas, como la famosa cuesta de Lastarria.

Ese mismo año 1960 en que Ravera fue campeón por segunda vez, sostuvo un duelo magnífico en el circuito Los Dominicos con su amigo y rival Eugenio Velasco, y al cabo del cual, después de muchas vueltas, llegaron ambos juntos a la meta, con el Chevrolet y el Ford literalmente “pegados” rueda a rueda. Tercero llegó Bartolomé Ortiz. Fue sin duda una de las mejores carreras que se vieron en ese histórico escenario capitalino.

En 1961, el ya consagrado y doble campeón Nemesio Ravera obtendría unos de los triunfos más trascendentes de su carrera deportiva, al ganar el Gran Premio Antofagasta-Temuco-Santiago, luego de un singular y estrecho duelo con su eterno rival Bartolomé Ortiz, así como con los mejores volantes peruanos. Ravera estableció una marca increíble para la época, al tardar 10 horas, 54 minutos y 28 segundos entre Antofagasta y Santiago. Como si eso no hubiera sido suficiente, después en la etapa al sur batiría todos los récords entre Nos y Temuco, tardando el insólito tiempo de 4 horas, 8 minutos y 57 segundos a un promedio de 160,439 KPH.

La calidad conductiva y los éxitos de Nemesio Ravera fueron de tal magnitud, que por algo su imagen ocupó tres veces la portada de la famosa revista deportiva Estadio

Fue en el año 1962 en la carrera Santiago a Arica donde nuevamente se midió con sus amigos y rivales Ortiz, Jaras y Velasco. En la primera etapa fue el más veloz del cuarteto y quebró el récord entre Santiago y La Serena con un crono de 2 horas 41 minutos 52 segundos 1/5 y un promedio inigualable de 174,213 KPH. A su espalda arribaron en tándem Ortiz y Velasco. Su duelo cerrado con “Bartolo” Ortiz se prolongó a lo largo de todas las etapas del agotador gran premio nortino, hasta la meta en Arica. Al final triunfó Ortiz, pero Ravera fue su digno escolta. Culminaría así don Nemesio, con otra brillante actuación en un maratónico Gran Premio de carreteras, su exitoso palmarés deportivo de más de una década compitiendo incansablemente en las rutas y circuitos de Chile. Sin duda un gran astro del automovilismo chileno, un hábil piloto y un merecido bicampeón. Pero por sobre todo, fue un gran caballero y un ejemplar deportista.

 

Manuel Comandari

Manuel Comandari García nació en Santiago un día 26 de Diciembre de 1945. Cursó las preparatorias en el Colegio San Ignacio de Alonso de Ovalle y terminó las humanidades en la sede de calle Pocuro de la misma institución. Siempre fue muy buen estudiante y un mejor deportista, sobresaliendo en la prueba de “800 Metros Planos”, obteniendo medallas de oro y plata en torneos de atletismo estudiantil, sin embargo su pasión fue el fútbol, ocupando el puesto de mediocampista en la selección del colegio.

Siguiendo los pasos de su padre, ingresó a estudiar la carrera de Derecho en la Universidad de Chile, se distinguía por su rendimiento académico y apego al estudio que imponía el rigor y exigencia de la Escuela ,no tardaría en unirse a la selección de fútbol de la mencionada casa de estudios, participando también en incipientes ligas deportivas de la época. Fue así como transcurrieron sus años de Universidad y llegó el día que debía rendir su examen de grado, iba por las “tres coloradas” , máxima calificación a la que puede aspirar un egresado, pero el nerviosismo lo traiciona y obtiene “dos coloradas”, equivalente a la nota seis, graduándose con “distinción máxima” cuando recién contaba con 22 años de edad.

Sus méritos académicos le valieron para ingresar al estudio jurídico del connotado abogado y ex Ministro de Estado Juan Agustín Figueroa Yávar, permaneciendo por varios años y que le permitirían forjarse profesionalmente. Entretanto, descubre el deporte motor junto a su hermano Javier participando en circuitos de la capital sin mayor figuración, su vida se divide entre códigos, tribunales y pistas de carreras. Los éxitos llegarían el año 1968 con la obtención de su primer título en la categoría “Turismo Especial” a bordo de un Volvo 122 S. Al año siguiente empieza a mirar hacia el “Turismo Carretera” , serie que pasaba por una etapa de renovación con el advenimiento de los autos compactos y diferentes grados de evolución técnica, decide incorporarse y adquiere el “Fálcon Angostado” de Carmelo Galbato, un auto con historia en la Argentina fabricado por “Baufer”. Su debut en la serie mayor sería para el “Gran Premio Arica Puerto Montt” corrido en Diciembre del año 1969, la suerte no lo acompaña, cuando iba en segundo lugar en busca del puntero, se involucra en un dantesco accidente en el Paso Superior Los Lirios en las cercanías de la ciudad de Rancagua, resultando su coche parcialmente destruido.

Adquiere un segundo auto de similares características para enfrentar la temporada de 1970, época dorada del automovilismo en Chile, piensa en el campeonato. Consciente que su auto no era el más rápido, era frecuente la visita casi diaria al taller para reunirse con el equipo técnico de “Garage El Parque” , desde donde planifica cada competencia, y el fin de semana, partir con la casa rodante al autódromo para entrenar y hacer rodaje al Fálcon, en más de una oportunidad girando durante toda la noche hasta ver asomar el sol en la cordillera, después un corto descanso y concentrarse para la carrera de la tarde. Al promediar el año se ubica en el primer lugar del ranking.

Fue así como cierra la temporada con una victoria y se corona campeón a los 24 años de edad. Al año siguiente, en la primera fecha obtiene su primer triunfo en una “Liebre III” con motor Ford 302, sería una temporada con altos y bajos, producto de la experimentación de una nueva planta motriz. En los años posteriores se distancia gradualmente del automovilismo, acude al llamado de su padre y asume la Dirección de Administración y Finanzas de “Comandari S.A.” , la industria textil familiar había sido estatizada por el gobierno de la época y posteriormente recuperada, con gran deterioro en su infraestructura. Eran tiempos difíciles en esos años,el país en un convulsionado contexto político y económico, la crisis internacional provocada por el alza en el precio del petróleo hacía el resto, pero nuevamente con el dinamismo y la tenacidad que siempre lo caracterizó , junto a su familia logran salir adelante en la empresa y contribuye a la consolidación del grupo industrial participando en la gestión de otras sociedades relacionadas.
En el año 1973 contrae matrimonio con Pilar Alcalde Ochagavía , de esa unión nacieron sus hijas Catalina y Pilar.

Sus amigos y colegas que lo recuerdan coinciden plenamente en que siempre se mantuvo alejado de su estatus de campeón y condición , característica que lo hacían reconocido y admirado por sus pares, para su mecánico , el argentino Manuel Vera, más que su piloto, era un hijo. Manuel Comandari , sin lugar a dudas, constituye un referente para las nuevas generaciones de estudiantes y deportistas.

Aladino Azzari: El primer campeón chileno en pasar a la historia.

Por Rodrigo Velasco.

Un piloto audaz, talentoso, de nervios de acero, con un físico de astro de boxeo de la categoría mayor, de un porte y fortaleza como pocos. Un verdadero coloso al que nadie le discute el derecho a figurar entre los grandes volantes chilenos de todos los tiempos. Fue el primer ídolo popular en los albores del automovilismo nacional, y tenía hasta nombre de campeón: Aladino Azzari.

En la década del 20 comenzó su pasión por el automovilismo e hizo sus primeras armas manejando coches de varias marcas, como Ford y Dodge. Sin embargo, su nombre pasaría a la historia asociado a la marca de sus mayores éxitos deportivos: Studebaker.

En Enero de 1925 se realizaría unos de los primeros grandes premios por caminos rurales de nuestra historia, y Azzari obtuvo allí una de sus más espectaculares victorias piloteando su flamante Studebaker, al imponerse en esa gran carrera entre Santiago y Lontué, estableciendo un tiempo récord de 3 horas 16 minutos y 5 segundos para la distancia de 219 kilómetros.

Posteriormente, en 1927, a bordo de otro coche marca Studebaker (apodado “El Cabro”) Aladino Azzari ganó la carrera Santiago-Cartagena, sobre 100 kilómetros, mejorando todos los tiempos anteriormente establecidos entre la capital y el balneario, por una ruta en precarias condiciones, llena de sorpresas, baches e imprevistos. Su nombre pasó a ser sinónimo de velocidad y era repetido por niños y jóvenes que lo querían emular. La frase “más rápido que Aladino Azzari” pasó a ser de uso habitual entre los chilenos en la década del veinte.

Poco tiempo después participó en una carrera entre Santiago y Panimávida, y ya al pasar por la ciudad de Rancagua, Azzari le llevaba más de siete minutos de ventaja a sus perseguidores, por lo que todo indicaba que sería una nueva victoria suya. Sin embargo, sufrió un grave accidente cuando sorpresivamente se le cruzó un enorme vacuno al que no logró esquivar, embistiéndolo frontalmente a gran velocidad. El piloto estuvo largo rato tirado a la orilla del camino y luego de ser auxiliado fue hospitalizado con lesiones de cuidado. Gracias a su organismo a toda prueba pudo recuperarse, pero ese incidente lo marcaría para siempre, ya que dejó de ser el volante audaz, temerario y arriesgado que sólo pensaba en acelerar, convirtiéndose en un conductor más cerebral y calculador. En otras palabras, ese accidente lo transformó en un piloto mucho más completo y experimentado, con lo cual aseguraría su racha de victorias posteriores, especialmente en el famoso Circuito Sur (entra Santiago y Puente Alto) donde pasó a ser el amo, a quien todos soñaban con vencer.


Aladino Azzari con su copiloto y discípulo Santiago Lazo, junto al famoso Studebaker “El Cabro”

En 1929 Azzari logró un nuevo triunfo importante al ganar una carrera en el circuito carretero entre San Antonio-Leyda-San Juan-Llolleo y San Antonio. Sus éxitos en el Circuito Sur también se sucedían. Su victoria más rimbombante en ese escenario santiaguino sería en 1930, cuando vinieron especialmente invitados los astros de Argentina, entre ellos el campeón Carlos Zatuszek con su famoso Mercedes Benz SSK, y Ricardo Carú en un moderno Alfa Romeo.


Carlos Zatuszek y su veloz Mercedes Benz SSK apodado “El Ómnibus”

Fue un duelo vibrante en el que Azzari demostró todo su talento y sapiencia, dejando que Zatuszek se fuera adelante e “hiciera el gasto”, mientras lo mantenía a la vista y se cuidaba del Alfa Romeo de Carú que corría a sus espaldas. Incluso el Mercedes del astro argentino (que en rigor era originario de Austria) logró el récord de la vuelta, pero su rápido andar le deterioró los neumáticos y debió detenerse a cambiarlos. Tomó allí el liderato nuestro as, en su invicto Studebaker, y no soltaría la punta hasta que no le bajaron la bandera a cuadros, resultando inalcanzable para sus afamados rivales. Los transandinos debieron conformarse con escoltar a Azzari, el imbatible dueño de casa y amo del Circuito Sur. Sumó así un nuevo gran triunfo a su exitosa trayectoria, imponiéndose a los créditos argentinos. Sin duda Aladino Azzari fue un gran campeón que sacó la cara por Chile en más de una oportunidad.


Azzari y su Studebaker cruzando victoriosos la meta en el Circuito Sur en 1930

Pocos años después Azzari se retiró del automovilismo en gloria y majestad, dejando una huella indeleble. Pasó entonces a dedicarse de lleno a su otra pasión, los aviones.

Fue el primer instructor civil de aviación del país y uno de los pioneros del Club Aéreo de Chile, del cual fue presidente y director. Más tarde se incorporaría como piloto comercial a la línea aérea nacional Lan-Chile. Así fue Aladino, quien haciéndole honor a su nombre pasaría a la historia como un verdadero genio de los autos y los aviones.

Antonio Caliri. Un legendario piloto italiano avecinado en Chile.

Por Rodrigo Velasco.

Seguramente pocos chilenos contemporáneos habrán oído hablar del piloto italiano Antonio Caliri, de destacada trayectoria internacional y maestro de volantes nacionales de antaño, quien llegó a radicarse en nuestro país, a fines de la década del veinte.

 

Caliri había logrado fama corriendo en monopostos Bugatti (*foto 1) en su Italia natal, donde obtuvo importantes victorias, como que fue el brillante ganador de la Copa Messina en 1927, competencia de Grand Prix válida por el campeonato del mundo que se corría en la isla de Sicilia, días después de la famosa Targa Florio; carrera en la que también tuvo destacadas actuaciones(* foto 2). En 1926 había logrado el 10° lugar en esta agotadora prueba que recorría toda la isla italiana, piloteando un Bugatti T37. Antonino Caliri (como era conocido en su país natal) corrió después en el veloz modelo Bugatti T35, con supercargador, con el que participó exitosamente en el Gran Premio de Bologna y en el Gran Premio de Montenero (*foto 3) en 1927. En este último obtuvo un valioso 9° puesto. Su espectacular triunfo en el Gran Premio de Messina, donde se midió con los mejores pilotos de Europa, era sin duda su mejor carta de presentación.

La llegada de Antonio Caliri a nuestro país constituyó un gran aporte para nuestros pilotos, ya que dada su vasta experiencia internacional fue un verdadero profesor para muchos de ellos, ganándose el aprecio y la admiración de destacados volantes criollos que fueron sus discípulos, como los famosos campeones Aladino Azzari y Óscar Andrade. El italiano se sintió muy a gusto en estas tierras, y se quedó definitivamente a vivir en Chile donde dejó su descendencia.

Hubo unanimidad entre los cronistas de entonces -la época en que se iniciaba el automovilismo de velocidad en Chile- en que el primer coche verdaderamente de carreras y que realmente “corrió fuerte” fue el Studebaker (* fotos 4 y 5) que introdujo el piloto italiano Antonio Caliri en el trágico Circuito Sur de noviembre de 1929. “La aparición de ese tipo de Studebaker fue un salto muy grande en el automovilismo deportivo” se escribiría, ya que partió en el último lugar y alcanzó a pasar a una veintena de competidores antes de volcar, alcanzando a quebrar el record de la vuelta, que se mantuvo vigente por varios años. Con el mismo Studebaker, Caliri venció luego en reiteradas oportunidades en el Kilómetro Lanzado y en varias otras competencias, constituyéndose en el piloto más veloz de esa era.


Posteriormente, Antonio Caliri diseñó junto a Oscar Andrade el automóvil que llevaría su nombre y que rompería todos los récords de velocidad a nivel latinoamericano: el famoso “CALIRI SPECIAL” (* foto 6) con un motor de avión de 12 cilindros. Con este potente coche Andrade logró una velocidad de 219 k/h en el camino de Santiago a Puente Alto, en el año 1935, con lo que se convirtió en el primero en batir la barrera de los 200k/h, la que en ese entonces se creía imposible de quebrar.

Antonio Caliri siguió involucrado en el automovilismo criollo, desarrollando autos y compitiendo en carreras por muchos años más, de manera que no solo dejó su sello en el deporte automovilístico chileno, sino que forjó una serie de pilotos que siguieron sus pasos y dejaron huella en la historia deportiva chilena.

Alberto Fouillioux

El único piloto chileno en completar el Gran Premio de la America del Sur 1948.
(La Buenos Aires – Caracas; Lima – Santiago – Buenos Aires)

La cultura popular la conoce simplemente como una carrera mítica llamada “La Buenos Aires-Caracas”. Sin embargo, el Gran Premio de la América del Sur de 1948 fue mucho más que eso. Se dividió en dos partes, la primera contemplaba un total de 14 etapas y un recorrido de 9.576 kilómetros, desde la capital argentina hasta la capital venezolana, pasando por Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. La segunda parte, tuvo 5 etapas, poco menos de 5.000 kilómetros y abarcó desde Lima a Viña del Mar, de ahí a Santiago y luego de regreso hasta Buenos Aires.

El recorrido total del Gran Premio: la insólita distancia de 14.412,8 kilómetros. No por nada esta carrera ha sido calificada como la más larga de la historia, como una verdadera epopeya de aventuras, y sin dudas la prueba por rutas más famosa del deporte automovilístico americano. Tuvo de todo: velocidad, valentía, esfuerzo, accidentes, muertes, heridos, enfermedades, revoluciones, penurias, fatiga, nervios, alegría, tristeza, amistad, lucha y, por sobre todo, un espíritu deportivo y un temple pocas veces visto.

Otros chilenos que participaron en la gran carrera: Lorenzo Varoli, padre e hijo, Eduardo Della Maggiora y su copiloto Alberto Etchegoyen.

 

Se inscribieron 141 autos con pilotos de varias nacionalidades: argentinos, chilenos, peruanos, uruguayos, bolivianos y venezolanos. Esa noche del 20 de Octubre de 1948, se presentaron a largar en el punto de partida frente al Automóvil Club Argentino en la Capital Federal 138 coches. A la meta en Caracas, el 8 de Noviembre, arribaron sólo 43. En la largada de regreso en Lima, el 2 de Diciembre, se permitió “reenganchar” y partieron 79 autos. Lograron llegar a Santiago de Chile 52. Finalmente, la meta final en Buenos Aires la cruzarían apenas 26 bólidos, algunos de ellos en precarias condiciones mecánicas. Uno de esos 26 valientes fue el chileno Alberto Fouillioux Collet en su Ford N° 76, el único compatriota que logró completar la agotadora maratón automovilística en todo su recorrido, logrando finalmente clasificarse en el puesto N° 21.


Alberto Fouillioux y su copiloto antes de la largada.

Fouillioux se había iniciado en el automovilismo deportivo chileno apenas un año antes, debutando en el Circuito de Barrancas, obteniendo un 5° lugar. Meses después, se lució en la carrera de Arica a Santiago, logrando un espectacular 4° lugar en la prueba ganada por Lorenzo Varoli. Se embarcó así en la gran aventura del Gran Premio de la América del Sur junto a otros chilenos, algunos de los cuales ya eran conocidas figuras, con coches muy veloces, como Bartolomé Ortiz, el propio Varoli, o Emilio Karstulovic y Rodrigo Daly, (quienes vivían en Argentina). En cambio, el coupé Ford de Fouillioux no tenía una gran preparación para lograr altas velocidades, y era más bien un auto estándar con los refuerzos necesarios para una competencia de largo aliento. Tampoco contaba con un auto de auxilio y menos aún con un equipo de mecánicos. Era simplemente un llanero solitario enfrentando tamaña aventura. No obstante, sus buenas muñecas le darían a Fouillioux un excelente ritmo durante las duras jornadas, y su voluntad a toda prueba sumada a su espíritu solidario lo haría famoso y muy querido entre los competidores, ya que auxilió y socorrió a muchos de ellos.

Nuestro compatriota sufrió todo tipo de experiencias extremas durante la carrera, accidentes varios, la muerte de competidores, salvataje de pilotos heridos, múltiples fallas y problemas mecánicos, un volcamiento en tierras colombianas, lesiones, enfermedades, puna, hambre, frío bajo cero, otro accidente en el norte de Chile, etc.


El puntarenense Rodrigo Daly y su Dodge; instante de la partida en Buenos Aires

Cuando el Gran Premio entró a territorio chileno, y luego de experimentar muchas peripecias, salió en el puesto 69° desde Arica, tuvo un vuelco poco después y se quemó una pierna, pero logró llegar en el lugar 53° a La Serena. El espíritu de lucha de Alberto Fouillioux estaba intacto, pese a que su organismo todavía mostraba huellas de la intoxicación que sufrió y tenía un brazo lesionado por el volcamiento. Quería llegar a Santiago en el grupo de avanzada, así es que aceleró su noble coupé Ford a todo lo que daba; adelantó nada menos que a treinta coches y se ganó todos los honores para el chileno mejor clasificado, ya que aventajó a todos los compatriotas, incluso a los cracks Karstulovic y Daly, y a Della Maggiora.

Su popularidad, y el cariño del pueblo hacia Fouillioux quedaron demostrados cuando fue el primer chileno en llegar a la meta en Santiago, siendo levantado en andas por los espectadores y vitoreado por el público, recibiendo en sus espaldas todas las simpatías nacionales. Los cerros de telegramas de saludos que recibía al término de cada etapa así también lo certificaban. La emoción cuando partió de Chile quedó plasmada en las frases que le gritaban al largar: “Fuerza Fuyú que eres el único chileno… tienes que llegar… ya queda lo menos… ánimo, eres el único que lleva nuestra bandera…no vayas a desteñir ahora.”


Juan Manuel Fangio: el N°1 antes y después de su fatal accidente en Perú.

 

Qué mejor que recurrir a sus propias palabras para describir lo que fue realmente esta carrera legendaria, catalogada en su época como la más larga y difícil del mundo. Afortunadamente, para la historia, quedó una entrevista a Alberto Fouillioux luego de completar la hazaña, así es que revisemos algunos pasajes de la misma:

“¡Ah si el público pudiera darse cuenta exacta de lo que es una carrera como ésta! Después de haberla pasado, no hay percance de la vida que pueda afligir o intimidar a un piloto.”

“En la ruta de Lima a Tumbes me paré en el lugar del accidente de Fangio, pero ya no había nada que hacer ni ayuda que prestar (allí falleció su copiloto Daniel Urrutia). Más allá encontramos a Trincavelli herido; lo llevamos a un hospital. Después se me cayó el paquete de resortes. De Guayaquil a Quito tuve que remolcar dos veces a Joaquín Salas; no podía dejar botado allí a un compatriota y compañero del Santiago Morning. Pero desgraciadamente después tuve que dejarlo en un arenal que amenazaba con dejarnos a los dos enterrados.”

 


Oscar Gálvez, ovacionado a su paso en todas partes.

“Etapa durísima fue la de Villazón a Potosí; tierra suelta, desnivel peligroso, sin defensa hacia precipicios. Allí se mataron el piloto Elgueta y su acompañante; cayeron a más de mil metros de profundidad. En la meseta boliviana subimos a alturas de más de 3.000 metros, y en Abra de Toroya alcanzamos a 4 mil 600; las culatas se rajaban; los caminos estaban con escarcha y el frío era intenso. En el Páramo de los Mucuchies se ahogaban todos los coches y también los pilotos sentían la puna. Domingo Marimón fue uno de los que se sintieron muy mal (pese a lo cual fue el ganador de la primera parte de la carrera, hasta Caracas, luego de la descalificación de Óscar Gálvez quien fue remolcado antes de la meta). Yo tomé algunos preparados contra la puna que me había recomendado Salotto, el de El Gráfico, pero a La Paz llegué con nueve de presión”.

“Otra etapa brava fue la de Cúcuta a Valera, en Colombia, de cuestas empedradas. Allí subimos a la cumbre del Páramo del Almorzadero, a 3 mil 800 metros; se me abrió el estanque de bencina como se abre un pastel de hojas. En la etapa de Pasto a Cali me dio por correr fuerte y anduve más de 100 kilómetros metido con los “taitas”, con los Gálvez, Marimón y Marcilla. Pero se me quemaron los anillos del pistón. Me dio miedo quedar fuera de la carrera y frené los impulsos de correr a full. Son ganas que hay que retenerlas frecuentemente, porque a veces la ruta invita y le hace guiños al piloto.”


El chileno Joaquín Salas (53) a la cabeza de un grupo.

“Entre Cali y Bogotá encontré a Juan Gálvez con la caja de cambios rota; a esa altura era el chileno mejor clasificado; pero me detuve y perdí hora y media en desarmar la caja de cambios y dejarlo en carrera. Lo más grave para mi ocurrió cuando sufrí una intoxicación con unas pastillas tomadas para evitar el sueño. En Camana permanecí hospitalizado cuatro horas y media. El médico me indicó que no podía seguir en carrera, pero había una enfermera chilena que me atendía y me daba las noticias de la radio. Me anunció que Varoli y Ortiz habían fundido; en cuanto se descuidaron me tiré de la cama, me arranqué y seguí… No estaba en estado de manejar, y entregué el volante a Mateos, mi copiloto”.


“El Aguilucho” Gálvez llegando a Bogotá

“A la vuelta, desde Lima y hasta llegar a Chile, fue una de las etapas más pesadas, pues tenía un recorrido de 1.460 kms. Todos los pilotos llegamos desfallecidos de cansancio. En el caso nuestro, anduvimos casi 24 horas en automóvil; habíamos salido a las doce de la noche de Lima y llegamos a Arica a las doce de la noche siguiente. Estábamos sin almorzar y sin comer”.

“La última etapa (Mendoza-Buenos Aires) fue la que corrí con más ganas; sabía ya que mi carrera tenía una importancia (único chileno); además que en Santiago, con algunos arreglos al coche, estaba en condiciones de dar más velocidad. Corrí con un promedio de 115 KPH, y recuerdo que Suppici Sedes (el campeón uruguayo que falleció durante la carrera en el norte chileno) la vez que ganó esa misma etapa en otro Gran Premio lo hizo con un promedio de 112 KPH, que se estimó sensacional. Mi actuación pudo ser mejor, sin duda; pero carecía de buena atención mecánica, y esa fue la causa de que mi clasificación no hubiera sido mucho mejor. Basta recordar que perdí más de once horas por atraso en los parques cerrados. Por lo general llegaba en las etapas a cuatro o cinco horas del cierre; perdía dos en buscar los repuestos y lógicamente después me faltaba tiempo para hacer los arreglos.


Fouillioux le muestra su auto volcado al embajador de Chile en Colombia.

Creo que los chilenos no podremos correr de igual a igual con los argentinos mientras no formemos equipo, mientras no haya colaboración colectiva, ayuda mutua, para el mejor colocado sea quien fuere. Eso existe entre los argentinos. No hay más que recordar el gesto de Domingo Marimón para con Juan Gálvez en la última etapa a Caracas, al ver que estaba desbarrancado. Marimón atravesó su coche en el camino y gritó: aquí no pasa nadie mientras no saquemos a Juancito del barranco.”

“En estas carreras largas la colaboración de equipo y la atención mecánica son indispensables para pretender la victoria. Las experiencias recogidas son muchas. La carrera ha servido para probar la solidez de los coches, la superioridad del Ford en los caminos malos, la solidez de los chasis. Creo que con esta vuelta a América del Sur se ha avanzado mecánicamente más que con cincuenta carreras”.

 

Concluye Fouillioux su entrevista diciendo: “Yo entiendo estas carreras como una competencia deportiva, pero también como una demostración de compañerismo: todos estamos expuestos a las mismas eventualidades y debemos ayudarnos mutuamente. Ha sido el espíritu que siempre me animó y me animará”.

Ese noble espíritu fue el mismo que hizo que el gran campeón argentino Óscar Gálvez “El Aguilucho” (ganador moral de la primera y vencedor de la segunda parte de la carrera, entre Lima y Buenos Aires) apodara a Fouillioux como “El Gaucho del Camino” por sus muchas “gauchadas” con los demás participantes. Por su parte, su hermano -Juan Gálvez- el vencedor absoluto del Gran Premio de la América del Sur, luego de ganar la etapa que concluyó en la capital chilena señaló a los radioescuchas sudamericanos que quería destacar su especial agradecimiento a Fouillioux y Salas, ya que “ellos olvidaron su clasificación y perdieron muchas horas por ayudarme. Les pedí que siguieran, pero no quisieron abandonarme hasta que no me vieron de nuevo caminando bien. Y advierto que a Fouillioux no se le aprecia aquí en lo que vale como volante. Si tuviera una máquina más veloz tendrían que verlo”.

Como si lo anterior no fuesen suficientes honores, luego de su arribo final en Buenos Aires entre los 26 sobrevivientes, Alberto Fouillioux fue premiado en la Casa Rosada como el único chileno que logró clasificar y concluir la durísima e histórica carrera. Allí fue distinguido y festejado personalmente por el Presidente Juan Domingo Perón y su esposa Evita. Digno premio para un chileno excepcional que dejó muy bien puesto el nombre de nuestro país en la magna justa automovilística de Latinoamérica. Esta histórica actuación del “Gaucho del Camino” quedaría para las generaciones venideras como un gran ejemplo de valentía, de temple, de entereza, de perseverancia, pero por sobre todo, del gran mérito deportivo de este recordado piloto nacional.

Alberto Fouillioux homenajeado por Evita y Juan Domingo Perón en la Casa Rosada.

Bartolomé Ortiz (1907 – 1994)

Por Rodrigo Velasco S.

Uno de los volantes chilenos más populares, exitosos y con más larga trayectoria deportiva. Fue por varias décadas uno de los principales actores de la actividad mecánica de competición. Bartolomé Ortiz Saénz se ganaría inicialmente su fama de piloto temerario corriendo en motos, lo que hizo entre los años 1933 a 1948. Destacó en los circuitos capitalinos, logrando sus mayores triunfos en motociclismo en el Parque Cousiño, en Limache, en Isla de Maipo y en una carrera de Santiago a Talca. También compitió exitosamente en dos ruedas en Argentina. Posteriormente, siguió corriendo esporádicamente en moto, pero se volcaría más hacia al automovilismo, debutando en el Circuito de Barrancas a borde de un Ford; marca con la que se identificaría a lo largo de su vida.

Su estilo agresivo lo haría famoso, pero también le provocó innumerables accidentes, con los que se ganó el sobrenombre de “Loco” por su audacia, arrojo y velocidad. Para muestra un botón, increíble pero cierto, sacado de una entrevista suya a la prensa de aquellos años:

“Con mi amigo Latcham de copiloto en la moto, corrimos en una Santiago-Talca, y como el ripio era muy áspero me pidió que lo amarrara de los pies a los pedales. Al enfrentar el cruce de la línea en Chimbarongo divisamos un tren a lo lejos, y una señora que las oficiaba de guardavías, trató de pararnos agitando los brazos como quien corretea gallinas. No le hice caso y ella no se apartó; la atropellé y nos fuimos a tierra. Quedamos a pocos centímetros de la línea botados y con Latcham amarrado de los pies a la moto. Pasó el tren, enderecé a Latcham con la moto y seguimos para Talca logrando el triunfo. Dicen que la señora quedó mal, pero nunca más pude saber de ella. Era el año 1939.”

En su baquet Ford en el año 1948, con el que corrió más en Argentina que en Chile.

En su primera época en el automovilismo, Ortiz ganaría varias veces en pruebas en Barrancas, en Pedreros, en el Parque Cousiño y la Quinta Normal. Además, en la típica competencia carretera de aquellos años: Las Tres Provincias, un circuito entre Santiago y Valparaíso. Fue también actor habitual de las competencias en Argentina.

En 1947 tuvo una excelente actuación en el Gran Premio Internacional entre Chile y Argentina (que abarcó de Buenos Aires, a Santiago, Viña del Mar, Copiapó, Tucumán, Resistencia, Santa Fé y meta en Buenos Aires), y en 1948 participó en el legendario Gran Premio de la América del Sur, destacándose por andar entre los primeros lugares en algunas etapas de la famosa primera parte, Buenos Aires – Caracas, pero al final debió abandonar.

El Coupé Ford de los años 1951 y 1952.

En 1950 fue uno de los dos pilotos chilenos escogidos para representarnos en el Grand Prix de la República de Chile en el circuito de Pedro de Valdivia Norte, con autos monoplazas de fórmula, donde participaron astros internacionales como Juan Manuel Fangio, Froilán González y el campeón francés Luis Rossier. El popular “Bartolo” tuvo un sobresaliente desempeño y logró un espectacular cuarto lugar piloteando un monoposto marca Simca Gordini, de propiedad del Automóvil Club Argentino (ACA)..

Con el Simca Gordini del A.C.A. (N° 20) en el Grand Prix de Chile en 1950.

En los primeros años de la década del 50 siguió cosechando victorias en circuitos, siendo en el de Macul donde logró uno de sus más importantes galardones al ganar la prueba, derrotando nada menos que al campeón argentino Óscar Alfredo Gálvez. Tal vez su momento más glorioso de aquella época, a nivel internacional, lo consiguió al vencer en forma aplastante en el Gran Premio del Perú (Lima-Arequipa-Nazca-Lima) en el año 1952, donde llegó a la meta en Lima con casi una hora de ventaja sobre el coche que ocupó el segundo lugar.

Con su copiloto de tantas carreras, Juan Manuel Silva.
En diferentes años tuvo a varios personajes de copiloto, como a Tomás “El Chino” Lí, (después copiloto de Raúl “Papín” Jaras); al mendocino Julio César (“Pichón”) Castellani, y a quien lo secundara por muchos años en la butaca derecha de su cupecita, y en la gran mayoría de sus éxitos: Juan Manuel Silva. También el club de sus amores, Santiago Morning, lo acompañaría siempre con su insignia pintada a los costados de sus autos de carrera.

En 1955, Ortiz golpeó a la cátedra cuando se impuso en la prueba Santiago a La Serena pulverizando todos los récords de velocidad hasta entonces, estableciendo un tiempo de 3 horas 2 minutos y 45 segundos, a un promedio de 156,279 kilómetros por hora. Como sería su brillante y veloz performance que cuando llegó a la meta no había nadie preparado, ni menos con la bandera cuadriculada a tan temprana hora, por lo que simplemente los sorprendidos controles debieron bajarle un pañuelo blanco a su arribo. Esta anécdota la recordaría por mucho tiempo. Años después, él mismo bajaría su propio récord desde la capital a La Serena, dejándolo en 2 horas 35 minutos.


Con su copiloto de tantas carreras, Juan Manuel Silva.

En los años venideros, triunfa en varias carreras, entre ellas, nuevamente en Las Tres Provincias en 1957. En la década de los 60, Ortiz obtuvo tantos triunfos que resulta incluso tedioso enumerarlos. Ganó muchos Grandes Premios al norte, y también circuitos, como cuando se inauguró el autódromo de Rocas de Santo Domingo. Basta con señalar que no por casualidad salió Campeón de Chile de Turismo de Carretera en forma ininterrumpida desde 1961 hasta 1964. En su palmarés quedarán sus victorias internacionales y, en Chile, sus reiterados éxitos al ganar varias veces carreras famosas como la Santiago a Arica, las Tres Provincias, la Santiago a La Serena, etc. Y para la historia nos dejó varios récords sin batir, como aquél entre Santiago a Arica, de 13 horas con treinta minutos.

 

Luego de 33 años de participar en competencias deportivas, el gran Bartolomé Ortiz (a quien el público apodaba simple y cariñosamente “Bartolo”), se retiró como campeón en el año 1965. Fue uno de los escasos pilotos chilenos cuyo nombre trascendió las fronteras, ya que causaba admiración incluso entre sus linajudos rivales de Argentina y Perú. Sin lugar a dudas su nombre ocupa un lugar de privilegio en nuestra historia deportiva, ya que fue una gran personaje; una primerísima figura del automovilismo sudamericano por más de treinta largos años. Falleció en Santiago, en Abril de 1994.


En la inauguración del circuito de Santo Domingo en 1962.

En el Gran Premio SOPESUR en 1965.

Entrevista a Alfredo Rebolar

Por Rodrigo Velasco Santelices.
Este gran protagonista del automovilismo nació en Quillota, el 7 de Septiembre 1938. Su familia, de origen asturiano-español, llegó a Chile en 1897 y se estableció en esa zona.
Alfredo Rebolar comenzó a sentir interés por el automovilismo desde muy pequeño, incluso, cuando apenas tenía tres años, logró hacer andar el primer auto. Su cuñado, el corredor Eduardo Fernández Vilazpaz, más conocido en el mundo tuerca de los años 40 y 50 como “Tito Fernández”, acostumbraba visitar a la familia Rebolar Rivas en su Fundo Santa Teresa de Quillota, y en una de esas visitas dejó estacionado su veloz e impresionante Ford 1939 TC frente a las casas patronales. El pequeño Alfredo se subió al automóvil mientras todos almorzaban y, después de mover varios interruptores y botones lo hizo arrancar. Se desplazó unos 70 metros, con él parado en el asiento y tomado del volante, estrellándose finalmente con un camión que estaba guardado en un galpón, quedando el capot del auto de carreras completamente destruido.

A los 9 años, Rebolar ya era un fanático que viajaba en tren sólo a Santiago para asistir a las llegadas de los Grandes Premios o con el fin de ver carreras en el legendario Circuito de Macul donde venían corredores argentinos famosos como Fangio y los hermanos Gálvez. En ese escenario tuvo su primera experiencia a bordo de un coche de carreras, ya que Tito Fernández lo llevó a dar un par de vueltas en los entrenamientos. Siempre estuvo al día de todo lo que acontecía en las competencias en Chile y en Argentina, conociendo en detalle los nombres, la vida y las actuaciones de casi todos los pilotos. Reconoce que nunca se perdió el programa “Rugen Los Motores” y con el tiempo llegó a colaborar con Miguel Fuentes Pinto, “Pancho Rueda”, en comentarios y relatos. Allí conoció también a Octavio Sufán Espejo, gran locutor y relator de emocionantes carreras y quien más tarde intercedería para que Rebolar escribiera en el “Diario Ilustrado” muchos artículos sobre la Fórmula Uno, el automovilismo europeo y argentino.


Su primera oportunidad real de participar en una carrera fue a fines de 1963 en el “Circuito Carozzi” en Viña del Mar. Tenía en esos tiempos un automóvil deportivo inglés convertible, un MGA, que desarrollaba poca velocidad. De todas maneras, llegó segundo en la serie de autos sport y tuvo el honor de recibir el banderazo de manos nada menos que de Juan Manuel Fangio. Luego vinieron dos carreras en el “Circuito Limache”, las que ganó, consiguiendo el título en la categoría Sport.

Su salto más grande fue en 1964, cuando pudo cambiarse a un veloz y confiable Volvo B-18. La primera carrera con él fue en Las Barrancas, donde dejó atrás a todos los Standard, incluyendo a los de gran cilindrada. Este resultado lo animó a participar esa misma tarde en Turismo de Carretera, en la que resultó tercero.
Después de ganar varias fechas en los Standard, comenzó a recibir ayuda de Di-Volvo, lo que contribuyó para que corriera su primer Gran Premio, el Santiago – Arica de 1964, donde su copiloto fue el conocido mecánico Ismael Orellana. Orellana sería desde ese momento, y por mucho tiempo, el copiloto oficial de Alfredo Rebolar, aunque también figura Remo Ridolffi entre los ocupantes de la butaca derecha en algunas carreras

“El Volvo tenía el motor Standard, pero de gran compresión, por lo que usaba gasolina de aviación. Pocos minutos antes de largar los directivos de la carrera ordenaron vaciar los estanques de todos los autos de la categoría Standard y llenarlo con gasolina normal, que en esos tiempos era de sólo 78 octanos. De todas maneras, tomé la punta muy luego, poniendo 25 minutos a La Calera, donde ya llevaba una importante ventaja. La cuesta “El Melón” la subí y bajé a gran velocidad, como si estuviera corriendo en un circuito en vez de una de carretera de larga duración. A la altura de Pichidangui el motor comenzó a “ratear”, por lo que pensamos era una falla eléctrica. Al detenernos en Los Vilos, recién pasó como líder don Bartolo Ortiz. Ismael pronto descubrió que el desperfecto no era eléctrico sino era un pistón perforado y, sacando la bujía correspondiente, nos pusimos nuevamente en marcha en tres cilindros. En las subidas, varios autos me pasaban, pero luego de bajada volvía a recuperar gran velocidad. Esto me permitió llegar a La Serena . Allí estaba el auxilio de Volvo, con su jefe, el famoso Monsieur Tariel, un simpático francés, jefe del servicio Divolvo, y un grupo de expertos mecánicos. Aprovechando dos horas de neutralización cambiaron y armaron un nuevo motor. A poco de partir hacia Copiapó, donde terminaba la primera etapa, en las lindas curvas de la Cuestas Buenos Aires y Pajonales, ya había superado a casi todos, excepto los punteros de Turismo de Carretera. Esa etapa y las siguientes, Copiapó-Antofagasta y Antofagasta-Iquique, las gané con relativa facilidad.

“En la última etapa, Iquique-Arica, me tocó partir último, ya que al dirigente don Lucho Campos Camus se le ocurrió que, para que la llegada en Arica tuviese más emoción y los coches llegaran más juntos, partieran desde el centro de Iquique los Standard más pequeños en primer lugar y los más veloces al último. Bartolomé Ortiz largó primero de los TC que lo hicieron con posterioridad. Antes de la partida don Bartolo preguntó cuál era el Standard más veloz y le dijeron que el mío, que era de color gris y tenía el numero 55, pues lógicamente él quería arribar primero a Arica. Antes de llegar a Alto Hospicio los había superado a todos, incluyendo a Eduardito Kovacs que iba primero en un veloz NSU. Luego en la pampa y en las quebradas fui muy atento mirando el espejo si aparecía don Bartolo, para darle la pasada. Pero pasó el tiempo y no apareció, así es que le empecé a dar con todo al Volvo, pinchando un neumático trasero en los últimos kilómetros y llegando sólo con la llanta a la meta en Arica. La meta estaba repleta de público, radios y periodistas, que no podían creer que yo llegara delante de Ortiz, casi por diez minutos.

“Al entrar Don Bartolo al Parque Cerrado vio mi auto, lo que le produjo irritación. Lo que había pasado es que en la pampa, en el medio de una enorme polvareda, al ir sobrepasando a los Standard, adelantó al que iba primero del lote y que era el 56 de Arroyo, creyendo que era el mío, y luego bajó su velocidad para cuidar el auto y asegurar su llegada a Arica, pues la carretera era tremendamente mala y peligrosa”, recuerda Rebolar.

El Circuito El Morro y Gran Premio Arica fue otra de las competencias importantes en la carrera de Rebolar. Este evento se realizó el domingo siguiente de El Gran Premio Santiago-Arica y reunió a una cantidad inmensa de público y automóviles de las diferentes categorías. El circuito era de tierra y estaba ubicado en las cercanías del Morro de Arica y su extensión era de 4 kilómetros aproximadamente.

La primera carrera de la tarde fue la de los Standard. Los rivales más peligrosos eran los Alfa Romeo peruanos y los Volvo chilenos. A pesar de eso, Rebolar tuvo la suerte y pericia para ganar con bastante facilidad. La segunda carrera fue muy especial, ya que era de “Fuerza Libre” y en la que participaban potentes Ford venidos desde el Perú, además del Mercedes-Benz “Alas de Gaviota” de Eduardo Kovacs Jones y el “especial con motor V8” de Raúl Papín Jaras. Le propusieron a Alfredo que corriera nuevamente para aumentar el número de participantes, lo que aceptó gustoso, pues su auto andaba muy bien y él ya conocía el circuito a la perfección. Rebolar logró llegar tercero, después de Papín y del Volvo de Juan Armando Band. Luego vino la carrera principal que era la de Turismo de Carretera, donde también participarían Bartolomé Ortiz y Papín Jaras. Nuevamente le pidieron a Alfredo Rebolar que corriera y él aceptó, saliendo tercero. Gran desempeño sin lugar a dudas.

En el mes de diciembre del año 1964, se efectuó la primera SOPESUR, Santiago-Puerto Montt-Concepción, en la que también participó Rebolar. A la altura de Curicó, iba primero con una ventaja de casi 5 minutos sobre el segundo.

Esa prueba la recuerda nítidamente el corredor: “Pasando Talca, empecé a ver por el retrovisor un punto que se agrandaba cada vez más y resultó ser Bartolomé Ortiz, que en ese momento corría su última carrera y venía a una velocidad realmente impresionante. Me pasó en una curva bastante cerrada, a más de 250 Km/h, con el auto totalmente cruzado. La primera etapa terminaba en Temuco, en la que vencí con bastante holgura mi categoría y llegando entremezclado con los primeros TC. En ese punto, Papín Jaras ya era el dominador de la carrera. La siguiente sub-etapa era Temuco-Valdivia la que volví a ganar con mayor margen, ya que se desarrolló en medio de una gran tormenta de lluvia y viento, pasando por la cuesta de Lastarria. Las etapas siguientes las dominé con comodidad, llegando primero en mi serie a Concepción y salí tercero en la clasificación general. Ese año y el siguiente, fui campeón de Chile en la serie Standard”.

El Gran Premio más importante en el que compitió Rebolar fue sin duda el Gran Premio “El Mercurio” Arica-Puerto Montt, el que hizo en su Ford TC. En la primera etapa que terminaba en Antofagasta, llegó onceavo, debido a una intermitente falla del motor. En la segunda parte entre Antofagasta y La Serena el auto se comportó mejor y logró arribar tercero, después de Lucho Gimeno y Manuel Comandari. La tercera etapa entre La Serena y Santiago, conservó el tercer lugar a pesar de que se repitieron las mismas fallas en el motor. En Santiago, se descubrió la raíz del problema y aparentemente se solucionó porque el auto anduvo bien en la cuarta fase entre Santiago y Temuco donde llegó segundo. Al día siguiente, para Rebolar fue la etapa más espectacular ya que el camino era con muchas más curvas y ya en Valdivia iba primero. En Puerto Montt consiguió ganar la última fracción logrando el segundo lugar en la clasificación general. Este fue uno de los éxitos más importantes de su nutrido palmarés deportivo. Al respecto señala: “Recuerdo con gran cariño y emoción el gran homenaje que me brindaron en Limache después de este Gran Premio, organizado por la Municipalidad, donde se reunieron miles de personas en plena calle central de Limache, estando presente todas las autoridades y organizaciones locales, cuyos representantes me entregaron importantes premios y trofeos”.

Posteriormente comenzó a haber competencias casi exclusivamente en circuitos, participando Rebolar en escenarios como Roca Roja en Antofagasta, Las Machas de Arica, Tobalaba, La Reina y El Bosque en Santiago, y el de su natal Limache, entre otros. También corrió con Volvo la famosa prueba internacional Las Seis Horas de Lima, haciendo equipo con Enrique Hagemann, logrando ambos un excelente tercer lugar entre más de100 competidores.

En 1974, Rebolar ganó la carrera más importante para él, el Gran Premio “Vendimia” de Mendoza en la que tuvo la suerte de vencer a los mejores argentinos del TC de esa época. Ese mismo año, el Comité Olímpico de Chile lo premió en forma especial por la hazaña de haber ganado una carrera de automóviles en Argentina.

Destaca en su historial también la SOPESUR de 1967, la que recuerda como una carrera de grandes anécdotas: “Largamos los Turismo Carretera desde Santiago en pelotón. Hasta Temuco fuimos con Boris Garafulic 1ro y 2do y llegamos distanciados sólo a unos pocos metros como buenos compañeros del equipo Ford. Saliendo de Temuco, y en medio de una intensa lluvia, en una curva de la Cuesta de Lastarria, el auto de Boris perdió el control, despistándose marcha atrás e irrumpiendo en un potrero en el que iba chocando contra unos pequeños árboles. Me detuve con mi copiloto Ismael Orellana y empezamos a empujar el Ford de Boris hasta sacarlo a la carretera. Cuando pudimos retirarlo del lugar ya habían pasado casi la mitad de los autos en carrera. Luego de subirnos al auto, entre tratar de sacarme un poco el barro, ponerme los complicados cinturones de seguridad y arrancar, ya mi amigo Boris había partido, por lo que me puse a seguirlo en el medio de la terrible lluvia y gran cantidad de agua que había en el camino. Al llegar a Valdivia, alcanzamos al Ford Thunderbird de Renato Brambilla, el que debe haber ido a unos 200 Km/h. Cuando Brambilla vio a Garafulic se abrió para dejarle paso e inmediatamente se cerró tratando de “chuparse”, sin percatarse de que yo venía sólo 2 metros más atrás, lo que me obligó a hacer una violenta maniobra sobre el agua, deslizándome con una enorme suerte de no chocarlo y de pasar a sólo 2 milímetros. En Valdivia, Brambilla me dio las disculpas y nos dimos un gran abrazo. Lo mismo hizo Garafulic. La siguiente etapa fue Valdivia-Puerto Montt, donde logramos recuperar los puestos y donde llegué segundo detrás de Germán Picó y su famoso Austin Healey y delante de Garafulic. Finalmente, en esa carrera, a la meta de Concepción llegamos primero y segundo.”

Con la desaparición de los Grandes Premios en carretera, Rebolar se especializó en el Circuito Las Vizcachas, logrando varias veces los mejores tiempos en él. Hace memoria y expresa: “Creo que la carrera más emocionante y espectacular fue la de Las Seis Horas de Chile en Las Vizcachas, en la que corrieron más de cien autos. Cada piloto manejaba hasta tres horas. La dupla más veloz fue Garafulic y Claudio Ibarra en el Mustang de este último. Yo compartí el veloz Ford Falcon de Mario Queirolo, con quien terminamos segundos después de una cerrada competencia durante todas las horas, haciendo las delicias del público. Una carrera memorable y hermosa. Nuestro Falcon estuvo preparado por Ridolfi”
Rebolar recuerda con mucho cariño a competidores como Boris Garafulic, con quien fueron compañeros de equipo tanto en Volvo como en Ford; a Luis Gimeno, Juan Gac, Manuel Comandari y, por supuesto, a Tito Fernández, Juan Manuel Fangio y Oscar Alfredo Gálvez, quienes forman el grupo de sus grandes ídolos.
Siempre corrió representando a Limache y perteneció a clubes como La Rama de Automovilismo Deportivo de la Universidad Católica y de la Unión Española. Tuvo varios autos diferentes a lo largo de su carrera deportiva. En sus inicios participó en un deportivo MGA, luego en el Volvo B-18, que fue con el que ganó la mayor cantidad de carreras. A continuación se pasó al Ford Falcon con motor V8 de 5000 cc y equipo especial de carreras. Por un tiempo, tuvo el famoso auto argentino llamado “Martín Fierro” con un motor Chevrolet V8 de cerca de 500 caballos, y terminó corriendo con una Liebre III, ex Gastón Perkins, con motor V8 Chevrolet. Una larga y fructífera vida deportiva plagada de éxitos.
Después de cerrar su época de corredor, Alfredo Rebolar siguió participando por varios años como Vicepresidente de la Federación Chilena de Automovilismo deportivo, dando todo lo que pudo por el progreso del deporte chileno, siendo distinguido por parte del Comité con el premio al Mejor Dirigente Deportivo de Chile. Es que Alfredo Rebolar no solamente ha sido un gran corredor de autos y dirigente tuerca, sino un deportista multifacético que ha practicado con éxito otros deportes como tenis, ski y especialmente polo, ganando innumerables torneos en Chile y en el extranjero. Actualmente es el jugador de polo más antiguo en actividad, jugando en torneos oficiales de carácter nacional.

Un gran campeón: Boris Garafulic Stipicic (1927 – 2008)

Por Rodrigo Velasco Santelices.
En este mes de abril de 2012 se cumplen cuatro años del fallecimiento de este superdotado campeón de nuestro automovilismo deportivo. Debutó a fines del año 1959, conduciendo un Volvo, en el circuito Cerro Condell de Curicó. Triunfó en su serie de la categoría carrozados standard, de la cual pasó a ser uno de los pioneros y frecuente animador. En 1961 decidió incursionar en la serie de Turismo Carretera en el mismo Volvo, ya más preparado, y logró entreverarse más de alguna vez entre los lugares de privilegio de la serie mayor del automovilismo nacional. En el Gran Premio corrido ese mismo año, entre Santiago- La Serena -Viña del Mar- Santiago, Garafulic no solamente ganó su serie de la categoría carrozados hasta 2.000 c.c. sino que disputó los primeros lugares generales con los coches de Turismo Carretra, logrando finalmente el tercer lugar de la clasificación general, detrás de nada menos que el Ford de Bartolomé Ortiz y el Chevrolet de “Raúl Papín” Jaras. Demostraba así que ya estaba para grandes éxitos.


En 1962 Boris Garafulic se haría famoso a nivel internacional al ganar la serie de 1.600 a 2.000 en el maratónico Gran Premio de Turismo de la República Argentina. Con un Volvo proporcionado por la fábrica de Suecia, impresionó por su velocidad a lo largo de las seis etapas de la larga competencia de 4.438 kilómetros de recorrido, en la que finalmente logró el triunfo, superando a todos los astros argentinos. Como si fuera poco, logró superar a los rivales de la serie superior (Jaguars, Pontiacs, etc.), para finalmente llegar segundo en la clasificación general, siendo superado únicamente por el Mercedes Benz 220 SE del equipo oficial alemán (dirigido por Juan Manuel Fangio), piloteado por las famosas suecas Ewy Rosqvist y Ursula Wirth. Se ganó así, con pericia, velocidad y tesón, su fama internacional de gran piloto.


Pronto se cambiaría del Volvo a un poderoso Ford Falcon con motor V8, con el que llegarían grandes éxitos en la categoría mayor del automovilismo nacional. Uno de sus triunfos más bullados, en el que logró varios récords, fue el del Gran Premio SOPESUR de 1966. En la primera etapa, entre Santiago y Temuco, clavó los cronómetros en 3 horas 28 minutos y 32 segundos, a un promedio de velocidad 187,02 KPH, rebajando en más de 9 minutos el récord que ostentaba Bartolomé Ortiz desde 1964 para la misma distancia.
Es que a Garafulic le tocó la etapa de transición de los Turismo Carretera, cuando las antiguas pero remozadas cupecitas de los años 30 y 40 empezaron a ser acosadas por los autos contemporáneos, con mecánicas modernas, como el Falcon que él conducía. Tanto es así que en una entrevista al diario El Mercurio, en el año 1969, Boris declaró, con una mirada retrospectiva: “De joven me tocó alternar en la pista y el camino con los mejores valores de esa época, Eugenio Velasco, Nemesio Ravera, Bartolomé Ortiz. Yo he sido un verdadero nexo entre esa generación y la actual. Creo que en esos tiempos existía más camaradería y mayor espíritu deportivo. Ahora, en razón de los altos costos de preparación de las máquinas existe mayor preocupación por el triunfo, ya que los premios pueden compensar en parte los gastos. Todo eso sin desconocer que en la actualidad también existe una camaradería admirable; pero en menor grado. Las velocidades también eran distintas, por eso cuesta hacer un paralelo entre la capacidad de los pilotos de esos años con los de ahora. Yo creo que en toda época hubo buenos y regulares, como en todos los deportes.”

Posteriormente, en su Falcon ya remozado como un Turismo Carretera, el “Maestro” -como lo apodaban sus admiradores por su habilidad conductiva- fue el rey de los circuitos. Ganó varias veces en el otrora famoso Circuito de Tobalaba en el aeródromo Eulogio Sánchez, y tiempo después llegó a ser bautizado por la prensa como “El Amo de Las Vizcachas”; escenario en que era prácticamente imbatible y donde estuvo invicto por casi tres años, desde su inauguración en 1967. Allí dio lecciones de manejo y derrotó entre otros, a los ases argentinos Carmelo Galbato, Carlos Pairetti y Jorge Cupeiro. En ese entonces dijo en una conferencia de prensa: “Me parece que la inauguración de Las Vizcachas marcó una etapa importante en nuestro automovilismo deportivo. Ahora se puede correr con mayor tranquilidad y, por lo tanto, rendir mucho más. Me gustan mucho Tobalaba y El Bosque, pero el circuito de mejores características es el de Las Vizcachas. Este escenario me ha resultado además muy favorable. He participado en muchos circuitos y todos los he ganado, tanto en la pista chica de 1616 metros como en la pista grande de 2979 metros. Esta última se presta mejor a las características de mi Ford Falcon, así es que he ido rebajando los tiempos en la medida que me voy acostumbrando a su trazado. En mi última actuación mejoré el récord que dejó el argentino Carlos Pairetti”.

En 1970 logró otra gran victoria de resonancia internacional al imponerse en binomio con Claudio Ibarra, en el Ford Mustang de éste, en la maratónica prueba Las Seis Horas de Chile. La última carrera por caminos que ganó fue el gran premio de las Dos Provincias en 1971, entre Santiago y Viña del Mar, dejando con su Ford Falcon un récord para la historia: demoró entre ambas ciudades 33 minutos y 12 segundos clavados. Luego, en mayo de ese año 1971, “El Maestro” hizo otro crono histórico al establecer entre Santiago y La Serena el impresionante récord de 2 horas 25 minutos 13 segundos, a un promedio de 194,190 por hora. Por fallas mecánicas al regreso hacia la capital, lamentablemente no terminó ese gran premio, pero dejó su récord para el bronce ya que nunca más hubo carreras en esas rutas.
Boris Garafulic se coronaría campeón de Chile de Turismo Carretera los años 1968, 1969 y 1971. En su última temporada en el automovilismo piloteó un hermoso prototipo Baufer Ford, fabricado en Buenos Aires por encargo de la Comisión de Concesionarios Ford, el que tenía un poderoso motor Boss 302.

Pese a su gran fama y popularidad (era un verdadero ídolo de multitudes) nunca perdió la modestia, la caballerosidad con sus rivales y la solidaridad con sus muchos amigos competidores. Sin duda este triple campeón fue un deportista excepcional, justificadamente querido por la afición tuerca.