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Entrevista con Cristóbal Velasco

Cristóbal Velasco es uno de esos escasos pilotos de la era legendaria de los Turismo Carretera, de la década del cincuenta, que supo después asimilarse a la historia moderna pasando a ser protagonista muy relevante en las carreras de coches de turismo en los ochenta en el autódromo de Las Vizcachas. También tuvo actuaciones destacadas en carreras en el Perú y en Filipinas, donde vivió años como ejecutivo internacional de General Motors.
Nos cuenta que debutó en el año 1953 en el Circuito de Limache, piloteando una cupecita Ford 1939 con caja de tres velocidades y un motor de 85 HP, en la categoría Carrozados. Después “armó” un Ford ’38 de TC, con un motor de 100 HP, con el que se integró a la categoría mayor del automovilismo nacional. A poco andar ese auto sería reemplazado por el TC más veloz que condujo: un Ford coupé de 1940 que había pertenecido al recordado piloto Eduardo Kovacs Jones. Tuvo muy destacadas actuaciones en el Circuito Los Dominicos, las carreras de Las Tres Provincias y el Circuito Condell de Curicó. Entre sus rivales más “bravos” de aquella gloriosa época recuerda con afecto a “Papín” Jaras, Bartolomé Ortiz, Eugenio Velasco y Nemesio Ravera. Sin perjuicio de los TC, siguió compitiendo esporádicamente en la serie Carrozados en un Chevrolet coupé 1948, y posteriormente en un Simca 1957. Con su amigo el campeón peruano Federico “Pity” Block hicieron una exitosa dupla en el famoso Circuito Atocongo en Lima, en el año 1957.

Con el Chevrolet coupé ’47 “carrozado” en el Circuito Viña del Mar.

Al año siguiente, el mismo dúo tuvo una descollante actuación en el Gran Premio Puerto Montt – Santiago. Recuerda que su amigo peruano estaba de vacaciones en Chile y decidieron armar a última hora un auto para esa legendaria carrera. Tardaron dos días de incansable y casi ininterrumpido trabajo en su taller en Santiago. Era el auto del piloto Samuel Camsen quien no iba a competir ya que no tenía motor para hacerlo. Cuenta que era un Ford coupé, de colores negro y verde que originalmente perteneció a Humberto Valenzuela, quien luego se lo vendió a Bartolomé Ortiz (y este finalmente a Camsen). Le consiguieron un motor de un Ford 1934 que pertenecía a Domingo Venturelli, y como éste tampoco iba a correr el Gran Premio, gentilmente lo prestó. Era una planta motriz Ford preparada por Tomás “El Chino” Lí, con culatas Edelbrock de aluminio, eje de levas Iskenderian, múltiple de admisión Edelbrock de 4 carburadores, con todo lo cual Cristóbal sospecha que debe haber tenido de unos 180 a 200HP. Es así como trabajando día y noche en el garaje de Velasco, ubicado en calle Bustamante, lograron tener listo el auto a tiempo para partir ambos por tierra rumbo a Puerto Montt. Llegaron allí “al justo” y tuvieron que largar “a la cola” de todos los Turismo Carretera, que partieron encabezados por el Chevrolet de Eugenio Velasco que ese año de 1958 lucía el N°1 en sus puertas.

En el Circuito Los Dominicos con el Ford coupé N°11 de Turismo Carretera.

Sin embargo desde el inicio sorprendieron a los aficionados y a la prensa, ya que el Ford a los mandos del campeón peruano andaba muy fuerte y sobrepasaron rivales incansablemente, hasta llegar a entreverarse en la lucha por la punta con Raúl Jaras y Sergio Neder, llegando nada menos que terceros a la meta en Temuco. En la jornada siguiente siguió el ritmo vertiginosos, al punto que el Ford de la dupla Block-Velasco llegó en el primer lugar a la meta en Chillán viejo, escoltados por “Papín” Jaras, quien se había retrasado debido a un volcamiento sin consecuencias a la altura de Bulnes. En la última etapa hasta la capital, fue el Ford de Sergio Neder el que encabezó velozmente la carrera después de haber reenganchado, pues se había quedado en pana en la etapa anterior. Pero la lucha por el primer lugar en la clasificación general estaba circunscrita a Jaras y Block, quienes compitieron muchas horas palmo a palmo hasta llegar casi juntos a Santiago. Luego de cruzar la meta, ambos pilotos se fundieron en un gran abrazo de fraternidad, e igual cosa hicieron sus copilotos Tomás Lí y Cristóbal Velasco, importantes protagonistas del éxito de ambos. El promedio total del Chevrolet de Raúl “Papín” Jaras y Tomás Lí fue de 111,737 KPH para los 1.086 kilómetros de recorrido. Su tenaz escolta, el Ford de “Pity” Block y Cristóbal Velasco, puso 9 horas 58 minutos un segundo, a un promedio de 108,990 KPH. Hoy Cristóbal recuerda con emoción esa verdadera epopeya deportiva de 1958 en la que obtuvieron el 2° lugar en el Gran Premio, como si hubiese sido ayer.

Con “Pity” Block en la largada del Gran Premio.

 

Cruzando la meta en Santiago al obtener el 2° lugar en la larga carrera.

En 1960 emigró a EE.UU. contratado como ejecutivo por la General Motors, y después lo trasladaron a Filipinas. Nos relata: “Estando en Filipinas, país muy tuerca, organicé el equipo oficial de rally de concesionarios Isuzu con dos autos Isuzu Gemini preparados localmente con elementos importados de Europa y Australia. Obviamente el “chofer” de uno de ellos era yo mismo y logré obtener el titulo de subcampeón de rally. En mi primer rally, como siempre, el auto fue terminado a última hora y no me dio tiempo par a probarlo. Largamos a las 12 de la noche la primera cronometrada por un camino de tierra muy sinuoso y por supuesto, desconocido. Salí “con todo” en esta nueva aventura y a los pocos kilómetros de competencia “me tragué” una curva y volcamos quedando el auto descansando en el techo con las cuatro ruedas mirando “p’al cielo”. En el apuro de preparar el auto no se le hizo la jaula completa sino solo tenia un arco sobre la cabeza de los ocupantes. Al volcar, el techo se hundió desde la barra hasta el tablero, no quedando mucho espacio para las cabezas de los pilotos. Con la ayuda de unos mirones logramos poner el auto sobre sus ruedas para poder continuar ya que sólo hubo daño en el techo. Llegamos así al final del “prime” donde teníamos uno de nuestros auxilios. Al llegar el auto con todos los potentes faros encendidos, los auxiliares estaban algo encandilados y no vieron el techo hundido. Le grito a uno de ellos ¡una gata,una gata! …..y el me dice ¿para que rueda? ¡Qué rueda huevón… para el techo! le digo yo. Y acto seguido pusimos la gata entre el borde inferior de la ventana y el techo para levantarlo y poder seguir…… Después de todo, llegamos en el tercer lugar…”

En las memorables jornadas deportivas en Las Vizcachas a comienzos de los años 80.

En 1980 Cristóbal Velasco regresa Chile como socio fundador de Biggs Autos y donde organiza una nueva escudería de turismo con dos flamantes Ford Laser de 1.600 c.c. Recuerda con alegría: “equipo donde, de nuevo, obviamente fui el “chofer No.1“. En esos años 1981 y 82 los duelos entre los Alfa Romeo, los Nissan Stanza, los Renault Fuego y los Ford Laser dieron lugar a jornadas memorables en el autódromo de Las Vizcachas, las que sin duda hicieron historia en el automovilismo deportivo chileno. El Ford Laser piloteado por Cristóbal Velasco era uno de los coches más veloces y fue el que acumuló el mayor número de victorias. De sus rivales de esos años, Cristóbal recuerda muy especialmente a Santiago Bengolea y Alejandro Schmauk, los que conducían los Alfa Romeo del equipo Eurosport, y con quienes libró entretenidas batallas deportivas en la pista puentealtina. Desgraciadamente, durante la temporada de 1982 Velasco tuvo que regresar a EE.UU. por razones de trabajo, debiendo interrumpir su espectacular campaña cuando marchaba como puntero del Campeonato de Turismos hasta 1.600 c.c. Corría con los colores de la Universidad Católica, e incluso tuvo el honor de ser elegido Presidente de la Rama de Automovilismo de ese club.

El Ford Laser de Cristóbal Velasco era casi imbatible en Las Vizcachas.

En fin, dada su extensa actividad deportiva en el automovilismo, tanto en Chile como en el extranjero, son muchas las historias y anécdotas de este gran piloto y preparador, por lo que conversar con él es una experiencia muy grata y entretenida que puede prolongarse por horas. Como actualmente se desempeña como ejecutivo de Aston Martin Santiago, en su sede de Vitacura, cada vez que puedo me hago tiempo para pasar a saludarlo y revivir con él la historia de nuestro automovilismo deportivo que sin duda me apasiona. De paso, puedo admirar las verdaderas maravillas mecánicas inglesas que allí se exhiben.

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