Aladino Azzari: El primer campeón chileno en pasar a la historia.
Por Rodrigo Velasco.
Un piloto audaz, talentoso, de nervios de acero, con un físico de astro de boxeo de la categoría mayor, de un porte y fortaleza como pocos. Un verdadero coloso al que nadie le discute el derecho a figurar entre los grandes volantes chilenos de todos los tiempos. Fue el primer ídolo popular en los albores del automovilismo nacional, y tenía hasta nombre de campeón: Aladino Azzari.
En la década del 20 comenzó su pasión por el automovilismo e hizo sus primeras armas manejando coches de varias marcas, como Ford y Dodge. Sin embargo, su nombre pasaría a la historia asociado a la marca de sus mayores éxitos deportivos: Studebaker.
En Enero de 1925 se realizaría unos de los primeros grandes premios por caminos rurales de nuestra historia, y Azzari obtuvo allí una de sus más espectaculares victorias piloteando su flamante Studebaker, al imponerse en esa gran carrera entre Santiago y Lontué, estableciendo un tiempo récord de 3 horas 16 minutos y 5 segundos para la distancia de 219 kilómetros.
Posteriormente, en 1927, a bordo de otro coche marca Studebaker (apodado “El Cabro”) Aladino Azzari ganó la carrera Santiago-Cartagena, sobre 100 kilómetros, mejorando todos los tiempos anteriormente establecidos entre la capital y el balneario, por una ruta en precarias condiciones, llena de sorpresas, baches e imprevistos. Su nombre pasó a ser sinónimo de velocidad y era repetido por niños y jóvenes que lo querían emular. La frase “más rápido que Aladino Azzari” pasó a ser de uso habitual entre los chilenos en la década del veinte.
Poco tiempo después participó en una carrera entre Santiago y Panimávida, y ya al pasar por la ciudad de Rancagua, Azzari le llevaba más de siete minutos de ventaja a sus perseguidores, por lo que todo indicaba que sería una nueva victoria suya. Sin embargo, sufrió un grave accidente cuando sorpresivamente se le cruzó un enorme vacuno al que no logró esquivar, embistiéndolo frontalmente a gran velocidad. El piloto estuvo largo rato tirado a la orilla del camino y luego de ser auxiliado fue hospitalizado con lesiones de cuidado. Gracias a su organismo a toda prueba pudo recuperarse, pero ese incidente lo marcaría para siempre, ya que dejó de ser el volante audaz, temerario y arriesgado que sólo pensaba en acelerar, convirtiéndose en un conductor más cerebral y calculador. En otras palabras, ese accidente lo transformó en un piloto mucho más completo y experimentado, con lo cual aseguraría su racha de victorias posteriores, especialmente en el famoso Circuito Sur (entra Santiago y Puente Alto) donde pasó a ser el amo, a quien todos soñaban con vencer.
En 1929 Azzari logró un nuevo triunfo importante al ganar una carrera en el circuito carretero entre San Antonio-Leyda-San Juan-Llolleo y San Antonio. Sus éxitos en el Circuito Sur también se sucedían. Su victoria más rimbombante en ese escenario santiaguino sería en 1930, cuando vinieron especialmente invitados los astros de Argentina, entre ellos el campeón Carlos Zatuszek con su famoso Mercedes Benz SSK, y Ricardo Carú en un moderno Alfa Romeo.
Fue un duelo vibrante en el que Azzari demostró todo su talento y sapiencia, dejando que Zatuszek se fuera adelante e “hiciera el gasto”, mientras lo mantenía a la vista y se cuidaba del Alfa Romeo de Carú que corría a sus espaldas. Incluso el Mercedes del astro argentino (que en rigor era originario de Austria) logró el récord de la vuelta, pero su rápido andar le deterioró los neumáticos y debió detenerse a cambiarlos. Tomó allí el liderato nuestro as, en su invicto Studebaker, y no soltaría la punta hasta que no le bajaron la bandera a cuadros, resultando inalcanzable para sus afamados rivales. Los transandinos debieron conformarse con escoltar a Azzari, el imbatible dueño de casa y amo del Circuito Sur. Sumó así un nuevo gran triunfo a su exitosa trayectoria, imponiéndose a los créditos argentinos. Sin duda Aladino Azzari fue un gran campeón que sacó la cara por Chile en más de una oportunidad.
Pocos años después Azzari se retiró del automovilismo en gloria y majestad, dejando una huella indeleble. Pasó entonces a dedicarse de lleno a su otra pasión, los aviones.
Fue el primer instructor civil de aviación del país y uno de los pioneros del Club Aéreo de Chile, del cual fue presidente y director. Más tarde se incorporaría como piloto comercial a la línea aérea nacional Lan-Chile. Así fue Aladino, quien haciéndole honor a su nombre pasaría a la historia como un verdadero genio de los autos y los aviones.