Por Rodrigo Velasco Santelices.
En este mes de abril de 2012 se cumplen cuatro años del fallecimiento de este superdotado campeón de nuestro automovilismo deportivo. Debutó a fines del año 1959, conduciendo un Volvo, en el circuito Cerro Condell de Curicó. Triunfó en su serie de la categoría carrozados standard, de la cual pasó a ser uno de los pioneros y frecuente animador. En 1961 decidió incursionar en la serie de Turismo Carretera en el mismo Volvo, ya más preparado, y logró entreverarse más de alguna vez entre los lugares de privilegio de la serie mayor del automovilismo nacional. En el Gran Premio corrido ese mismo año, entre Santiago- La Serena -Viña del Mar- Santiago, Garafulic no solamente ganó su serie de la categoría carrozados hasta 2.000 c.c. sino que disputó los primeros lugares generales con los coches de Turismo Carretra, logrando finalmente el tercer lugar de la clasificación general, detrás de nada menos que el Ford de Bartolomé Ortiz y el Chevrolet de “Raúl Papín” Jaras. Demostraba así que ya estaba para grandes éxitos.
En 1962 Boris Garafulic se haría famoso a nivel internacional al ganar la serie de 1.600 a 2.000 en el maratónico Gran Premio de Turismo de la República Argentina. Con un Volvo proporcionado por la fábrica de Suecia, impresionó por su velocidad a lo largo de las seis etapas de la larga competencia de 4.438 kilómetros de recorrido, en la que finalmente logró el triunfo, superando a todos los astros argentinos. Como si fuera poco, logró superar a los rivales de la serie superior (Jaguars, Pontiacs, etc.), para finalmente llegar segundo en la clasificación general, siendo superado únicamente por el Mercedes Benz 220 SE del equipo oficial alemán (dirigido por Juan Manuel Fangio), piloteado por las famosas suecas Ewy Rosqvist y Ursula Wirth. Se ganó así, con pericia, velocidad y tesón, su fama internacional de gran piloto.
Pronto se cambiaría del Volvo a un poderoso Ford Falcon con motor V8, con el que llegarían grandes éxitos en la categoría mayor del automovilismo nacional. Uno de sus triunfos más bullados, en el que logró varios récords, fue el del Gran Premio SOPESUR de 1966. En la primera etapa, entre Santiago y Temuco, clavó los cronómetros en 3 horas 28 minutos y 32 segundos, a un promedio de velocidad 187,02 KPH, rebajando en más de 9 minutos el récord que ostentaba Bartolomé Ortiz desde 1964 para la misma distancia.
Es que a Garafulic le tocó la etapa de transición de los Turismo Carretera, cuando las antiguas pero remozadas cupecitas de los años 30 y 40 empezaron a ser acosadas por los autos contemporáneos, con mecánicas modernas, como el Falcon que él conducía. Tanto es así que en una entrevista al diario El Mercurio, en el año 1969, Boris declaró, con una mirada retrospectiva: “De joven me tocó alternar en la pista y el camino con los mejores valores de esa época, Eugenio Velasco, Nemesio Ravera, Bartolomé Ortiz. Yo he sido un verdadero nexo entre esa generación y la actual. Creo que en esos tiempos existía más camaradería y mayor espíritu deportivo. Ahora, en razón de los altos costos de preparación de las máquinas existe mayor preocupación por el triunfo, ya que los premios pueden compensar en parte los gastos. Todo eso sin desconocer que en la actualidad también existe una camaradería admirable; pero en menor grado. Las velocidades también eran distintas, por eso cuesta hacer un paralelo entre la capacidad de los pilotos de esos años con los de ahora. Yo creo que en toda época hubo buenos y regulares, como en todos los deportes.”
Posteriormente, en su Falcon ya remozado como un Turismo Carretera, el “Maestro” -como lo apodaban sus admiradores por su habilidad conductiva- fue el rey de los circuitos. Ganó varias veces en el otrora famoso Circuito de Tobalaba en el aeródromo Eulogio Sánchez, y tiempo después llegó a ser bautizado por la prensa como “El Amo de Las Vizcachas”; escenario en que era prácticamente imbatible y donde estuvo invicto por casi tres años, desde su inauguración en 1967. Allí dio lecciones de manejo y derrotó entre otros, a los ases argentinos Carmelo Galbato, Carlos Pairetti y Jorge Cupeiro. En ese entonces dijo en una conferencia de prensa: “Me parece que la inauguración de Las Vizcachas marcó una etapa importante en nuestro automovilismo deportivo. Ahora se puede correr con mayor tranquilidad y, por lo tanto, rendir mucho más. Me gustan mucho Tobalaba y El Bosque, pero el circuito de mejores características es el de Las Vizcachas. Este escenario me ha resultado además muy favorable. He participado en muchos circuitos y todos los he ganado, tanto en la pista chica de 1616 metros como en la pista grande de 2979 metros. Esta última se presta mejor a las características de mi Ford Falcon, así es que he ido rebajando los tiempos en la medida que me voy acostumbrando a su trazado. En mi última actuación mejoré el récord que dejó el argentino Carlos Pairetti”.
En 1970 logró otra gran victoria de resonancia internacional al imponerse en binomio con Claudio Ibarra, en el Ford Mustang de éste, en la maratónica prueba Las Seis Horas de Chile. La última carrera por caminos que ganó fue el gran premio de las Dos Provincias en 1971, entre Santiago y Viña del Mar, dejando con su Ford Falcon un récord para la historia: demoró entre ambas ciudades 33 minutos y 12 segundos clavados. Luego, en mayo de ese año 1971, “El Maestro” hizo otro crono histórico al establecer entre Santiago y La Serena el impresionante récord de 2 horas 25 minutos 13 segundos, a un promedio de 194,190 por hora. Por fallas mecánicas al regreso hacia la capital, lamentablemente no terminó ese gran premio, pero dejó su récord para el bronce ya que nunca más hubo carreras en esas rutas.
Boris Garafulic se coronaría campeón de Chile de Turismo Carretera los años 1968, 1969 y 1971. En su última temporada en el automovilismo piloteó un hermoso prototipo Baufer Ford, fabricado en Buenos Aires por encargo de la Comisión de Concesionarios Ford, el que tenía un poderoso motor Boss 302.
Pese a su gran fama y popularidad (era un verdadero ídolo de multitudes) nunca perdió la modestia, la caballerosidad con sus rivales y la solidaridad con sus muchos amigos competidores. Sin duda este triple campeón fue un deportista excepcional, justificadamente querido por la afición tuerca.