Sin fines de lucro - Rescatando el patrimonio de Chile

Bartolomé Ortiz (1907 – 1994)

Por Rodrigo Velasco S.

Uno de los volantes chilenos más populares, exitosos y con más larga trayectoria deportiva. Fue por varias décadas uno de los principales actores de la actividad mecánica de competición. Bartolomé Ortiz Saénz se ganaría inicialmente su fama de piloto temerario corriendo en motos, lo que hizo entre los años 1933 a 1948. Destacó en los circuitos capitalinos, logrando sus mayores triunfos en motociclismo en el Parque Cousiño, en Limache, en Isla de Maipo y en una carrera de Santiago a Talca. También compitió exitosamente en dos ruedas en Argentina. Posteriormente, siguió corriendo esporádicamente en moto, pero se volcaría más hacia al automovilismo, debutando en el Circuito de Barrancas a borde de un Ford; marca con la que se identificaría a lo largo de su vida.

Su estilo agresivo lo haría famoso, pero también le provocó innumerables accidentes, con los que se ganó el sobrenombre de “Loco” por su audacia, arrojo y velocidad. Para muestra un botón, increíble pero cierto, sacado de una entrevista suya a la prensa de aquellos años:

“Con mi amigo Latcham de copiloto en la moto, corrimos en una Santiago-Talca, y como el ripio era muy áspero me pidió que lo amarrara de los pies a los pedales. Al enfrentar el cruce de la línea en Chimbarongo divisamos un tren a lo lejos, y una señora que las oficiaba de guardavías, trató de pararnos agitando los brazos como quien corretea gallinas. No le hice caso y ella no se apartó; la atropellé y nos fuimos a tierra. Quedamos a pocos centímetros de la línea botados y con Latcham amarrado de los pies a la moto. Pasó el tren, enderecé a Latcham con la moto y seguimos para Talca logrando el triunfo. Dicen que la señora quedó mal, pero nunca más pude saber de ella. Era el año 1939.”

En su baquet Ford en el año 1948, con el que corrió más en Argentina que en Chile.

En su primera época en el automovilismo, Ortiz ganaría varias veces en pruebas en Barrancas, en Pedreros, en el Parque Cousiño y la Quinta Normal. Además, en la típica competencia carretera de aquellos años: Las Tres Provincias, un circuito entre Santiago y Valparaíso. Fue también actor habitual de las competencias en Argentina.

En 1947 tuvo una excelente actuación en el Gran Premio Internacional entre Chile y Argentina (que abarcó de Buenos Aires, a Santiago, Viña del Mar, Copiapó, Tucumán, Resistencia, Santa Fé y meta en Buenos Aires), y en 1948 participó en el legendario Gran Premio de la América del Sur, destacándose por andar entre los primeros lugares en algunas etapas de la famosa primera parte, Buenos Aires – Caracas, pero al final debió abandonar.

El Coupé Ford de los años 1951 y 1952.

En 1950 fue uno de los dos pilotos chilenos escogidos para representarnos en el Grand Prix de la República de Chile en el circuito de Pedro de Valdivia Norte, con autos monoplazas de fórmula, donde participaron astros internacionales como Juan Manuel Fangio, Froilán González y el campeón francés Luis Rossier. El popular “Bartolo” tuvo un sobresaliente desempeño y logró un espectacular cuarto lugar piloteando un monoposto marca Simca Gordini, de propiedad del Automóvil Club Argentino (ACA)..

Con el Simca Gordini del A.C.A. (N° 20) en el Grand Prix de Chile en 1950.

En los primeros años de la década del 50 siguió cosechando victorias en circuitos, siendo en el de Macul donde logró uno de sus más importantes galardones al ganar la prueba, derrotando nada menos que al campeón argentino Óscar Alfredo Gálvez. Tal vez su momento más glorioso de aquella época, a nivel internacional, lo consiguió al vencer en forma aplastante en el Gran Premio del Perú (Lima-Arequipa-Nazca-Lima) en el año 1952, donde llegó a la meta en Lima con casi una hora de ventaja sobre el coche que ocupó el segundo lugar.

Con su copiloto de tantas carreras, Juan Manuel Silva.
En diferentes años tuvo a varios personajes de copiloto, como a Tomás “El Chino” Lí, (después copiloto de Raúl “Papín” Jaras); al mendocino Julio César (“Pichón”) Castellani, y a quien lo secundara por muchos años en la butaca derecha de su cupecita, y en la gran mayoría de sus éxitos: Juan Manuel Silva. También el club de sus amores, Santiago Morning, lo acompañaría siempre con su insignia pintada a los costados de sus autos de carrera.

En 1955, Ortiz golpeó a la cátedra cuando se impuso en la prueba Santiago a La Serena pulverizando todos los récords de velocidad hasta entonces, estableciendo un tiempo de 3 horas 2 minutos y 45 segundos, a un promedio de 156,279 kilómetros por hora. Como sería su brillante y veloz performance que cuando llegó a la meta no había nadie preparado, ni menos con la bandera cuadriculada a tan temprana hora, por lo que simplemente los sorprendidos controles debieron bajarle un pañuelo blanco a su arribo. Esta anécdota la recordaría por mucho tiempo. Años después, él mismo bajaría su propio récord desde la capital a La Serena, dejándolo en 2 horas 35 minutos.


Con su copiloto de tantas carreras, Juan Manuel Silva.

En los años venideros, triunfa en varias carreras, entre ellas, nuevamente en Las Tres Provincias en 1957. En la década de los 60, Ortiz obtuvo tantos triunfos que resulta incluso tedioso enumerarlos. Ganó muchos Grandes Premios al norte, y también circuitos, como cuando se inauguró el autódromo de Rocas de Santo Domingo. Basta con señalar que no por casualidad salió Campeón de Chile de Turismo de Carretera en forma ininterrumpida desde 1961 hasta 1964. En su palmarés quedarán sus victorias internacionales y, en Chile, sus reiterados éxitos al ganar varias veces carreras famosas como la Santiago a Arica, las Tres Provincias, la Santiago a La Serena, etc. Y para la historia nos dejó varios récords sin batir, como aquél entre Santiago a Arica, de 13 horas con treinta minutos.

 

Luego de 33 años de participar en competencias deportivas, el gran Bartolomé Ortiz (a quien el público apodaba simple y cariñosamente “Bartolo”), se retiró como campeón en el año 1965. Fue uno de los escasos pilotos chilenos cuyo nombre trascendió las fronteras, ya que causaba admiración incluso entre sus linajudos rivales de Argentina y Perú. Sin lugar a dudas su nombre ocupa un lugar de privilegio en nuestra historia deportiva, ya que fue una gran personaje; una primerísima figura del automovilismo sudamericano por más de treinta largos años. Falleció en Santiago, en Abril de 1994.


En la inauguración del circuito de Santo Domingo en 1962.

En el Gran Premio SOPESUR en 1965.

Entrevista a Alfredo Rebolar

Por Rodrigo Velasco Santelices.
Este gran protagonista del automovilismo nació en Quillota, el 7 de Septiembre 1938. Su familia, de origen asturiano-español, llegó a Chile en 1897 y se estableció en esa zona.
Alfredo Rebolar comenzó a sentir interés por el automovilismo desde muy pequeño, incluso, cuando apenas tenía tres años, logró hacer andar el primer auto. Su cuñado, el corredor Eduardo Fernández Vilazpaz, más conocido en el mundo tuerca de los años 40 y 50 como “Tito Fernández”, acostumbraba visitar a la familia Rebolar Rivas en su Fundo Santa Teresa de Quillota, y en una de esas visitas dejó estacionado su veloz e impresionante Ford 1939 TC frente a las casas patronales. El pequeño Alfredo se subió al automóvil mientras todos almorzaban y, después de mover varios interruptores y botones lo hizo arrancar. Se desplazó unos 70 metros, con él parado en el asiento y tomado del volante, estrellándose finalmente con un camión que estaba guardado en un galpón, quedando el capot del auto de carreras completamente destruido.

A los 9 años, Rebolar ya era un fanático que viajaba en tren sólo a Santiago para asistir a las llegadas de los Grandes Premios o con el fin de ver carreras en el legendario Circuito de Macul donde venían corredores argentinos famosos como Fangio y los hermanos Gálvez. En ese escenario tuvo su primera experiencia a bordo de un coche de carreras, ya que Tito Fernández lo llevó a dar un par de vueltas en los entrenamientos. Siempre estuvo al día de todo lo que acontecía en las competencias en Chile y en Argentina, conociendo en detalle los nombres, la vida y las actuaciones de casi todos los pilotos. Reconoce que nunca se perdió el programa “Rugen Los Motores” y con el tiempo llegó a colaborar con Miguel Fuentes Pinto, “Pancho Rueda”, en comentarios y relatos. Allí conoció también a Octavio Sufán Espejo, gran locutor y relator de emocionantes carreras y quien más tarde intercedería para que Rebolar escribiera en el “Diario Ilustrado” muchos artículos sobre la Fórmula Uno, el automovilismo europeo y argentino.


Su primera oportunidad real de participar en una carrera fue a fines de 1963 en el “Circuito Carozzi” en Viña del Mar. Tenía en esos tiempos un automóvil deportivo inglés convertible, un MGA, que desarrollaba poca velocidad. De todas maneras, llegó segundo en la serie de autos sport y tuvo el honor de recibir el banderazo de manos nada menos que de Juan Manuel Fangio. Luego vinieron dos carreras en el “Circuito Limache”, las que ganó, consiguiendo el título en la categoría Sport.

Su salto más grande fue en 1964, cuando pudo cambiarse a un veloz y confiable Volvo B-18. La primera carrera con él fue en Las Barrancas, donde dejó atrás a todos los Standard, incluyendo a los de gran cilindrada. Este resultado lo animó a participar esa misma tarde en Turismo de Carretera, en la que resultó tercero.
Después de ganar varias fechas en los Standard, comenzó a recibir ayuda de Di-Volvo, lo que contribuyó para que corriera su primer Gran Premio, el Santiago – Arica de 1964, donde su copiloto fue el conocido mecánico Ismael Orellana. Orellana sería desde ese momento, y por mucho tiempo, el copiloto oficial de Alfredo Rebolar, aunque también figura Remo Ridolffi entre los ocupantes de la butaca derecha en algunas carreras

“El Volvo tenía el motor Standard, pero de gran compresión, por lo que usaba gasolina de aviación. Pocos minutos antes de largar los directivos de la carrera ordenaron vaciar los estanques de todos los autos de la categoría Standard y llenarlo con gasolina normal, que en esos tiempos era de sólo 78 octanos. De todas maneras, tomé la punta muy luego, poniendo 25 minutos a La Calera, donde ya llevaba una importante ventaja. La cuesta “El Melón” la subí y bajé a gran velocidad, como si estuviera corriendo en un circuito en vez de una de carretera de larga duración. A la altura de Pichidangui el motor comenzó a “ratear”, por lo que pensamos era una falla eléctrica. Al detenernos en Los Vilos, recién pasó como líder don Bartolo Ortiz. Ismael pronto descubrió que el desperfecto no era eléctrico sino era un pistón perforado y, sacando la bujía correspondiente, nos pusimos nuevamente en marcha en tres cilindros. En las subidas, varios autos me pasaban, pero luego de bajada volvía a recuperar gran velocidad. Esto me permitió llegar a La Serena . Allí estaba el auxilio de Volvo, con su jefe, el famoso Monsieur Tariel, un simpático francés, jefe del servicio Divolvo, y un grupo de expertos mecánicos. Aprovechando dos horas de neutralización cambiaron y armaron un nuevo motor. A poco de partir hacia Copiapó, donde terminaba la primera etapa, en las lindas curvas de la Cuestas Buenos Aires y Pajonales, ya había superado a casi todos, excepto los punteros de Turismo de Carretera. Esa etapa y las siguientes, Copiapó-Antofagasta y Antofagasta-Iquique, las gané con relativa facilidad.

“En la última etapa, Iquique-Arica, me tocó partir último, ya que al dirigente don Lucho Campos Camus se le ocurrió que, para que la llegada en Arica tuviese más emoción y los coches llegaran más juntos, partieran desde el centro de Iquique los Standard más pequeños en primer lugar y los más veloces al último. Bartolomé Ortiz largó primero de los TC que lo hicieron con posterioridad. Antes de la partida don Bartolo preguntó cuál era el Standard más veloz y le dijeron que el mío, que era de color gris y tenía el numero 55, pues lógicamente él quería arribar primero a Arica. Antes de llegar a Alto Hospicio los había superado a todos, incluyendo a Eduardito Kovacs que iba primero en un veloz NSU. Luego en la pampa y en las quebradas fui muy atento mirando el espejo si aparecía don Bartolo, para darle la pasada. Pero pasó el tiempo y no apareció, así es que le empecé a dar con todo al Volvo, pinchando un neumático trasero en los últimos kilómetros y llegando sólo con la llanta a la meta en Arica. La meta estaba repleta de público, radios y periodistas, que no podían creer que yo llegara delante de Ortiz, casi por diez minutos.

“Al entrar Don Bartolo al Parque Cerrado vio mi auto, lo que le produjo irritación. Lo que había pasado es que en la pampa, en el medio de una enorme polvareda, al ir sobrepasando a los Standard, adelantó al que iba primero del lote y que era el 56 de Arroyo, creyendo que era el mío, y luego bajó su velocidad para cuidar el auto y asegurar su llegada a Arica, pues la carretera era tremendamente mala y peligrosa”, recuerda Rebolar.

El Circuito El Morro y Gran Premio Arica fue otra de las competencias importantes en la carrera de Rebolar. Este evento se realizó el domingo siguiente de El Gran Premio Santiago-Arica y reunió a una cantidad inmensa de público y automóviles de las diferentes categorías. El circuito era de tierra y estaba ubicado en las cercanías del Morro de Arica y su extensión era de 4 kilómetros aproximadamente.

La primera carrera de la tarde fue la de los Standard. Los rivales más peligrosos eran los Alfa Romeo peruanos y los Volvo chilenos. A pesar de eso, Rebolar tuvo la suerte y pericia para ganar con bastante facilidad. La segunda carrera fue muy especial, ya que era de “Fuerza Libre” y en la que participaban potentes Ford venidos desde el Perú, además del Mercedes-Benz “Alas de Gaviota” de Eduardo Kovacs Jones y el “especial con motor V8” de Raúl Papín Jaras. Le propusieron a Alfredo que corriera nuevamente para aumentar el número de participantes, lo que aceptó gustoso, pues su auto andaba muy bien y él ya conocía el circuito a la perfección. Rebolar logró llegar tercero, después de Papín y del Volvo de Juan Armando Band. Luego vino la carrera principal que era la de Turismo de Carretera, donde también participarían Bartolomé Ortiz y Papín Jaras. Nuevamente le pidieron a Alfredo Rebolar que corriera y él aceptó, saliendo tercero. Gran desempeño sin lugar a dudas.

En el mes de diciembre del año 1964, se efectuó la primera SOPESUR, Santiago-Puerto Montt-Concepción, en la que también participó Rebolar. A la altura de Curicó, iba primero con una ventaja de casi 5 minutos sobre el segundo.

Esa prueba la recuerda nítidamente el corredor: “Pasando Talca, empecé a ver por el retrovisor un punto que se agrandaba cada vez más y resultó ser Bartolomé Ortiz, que en ese momento corría su última carrera y venía a una velocidad realmente impresionante. Me pasó en una curva bastante cerrada, a más de 250 Km/h, con el auto totalmente cruzado. La primera etapa terminaba en Temuco, en la que vencí con bastante holgura mi categoría y llegando entremezclado con los primeros TC. En ese punto, Papín Jaras ya era el dominador de la carrera. La siguiente sub-etapa era Temuco-Valdivia la que volví a ganar con mayor margen, ya que se desarrolló en medio de una gran tormenta de lluvia y viento, pasando por la cuesta de Lastarria. Las etapas siguientes las dominé con comodidad, llegando primero en mi serie a Concepción y salí tercero en la clasificación general. Ese año y el siguiente, fui campeón de Chile en la serie Standard”.

El Gran Premio más importante en el que compitió Rebolar fue sin duda el Gran Premio “El Mercurio” Arica-Puerto Montt, el que hizo en su Ford TC. En la primera etapa que terminaba en Antofagasta, llegó onceavo, debido a una intermitente falla del motor. En la segunda parte entre Antofagasta y La Serena el auto se comportó mejor y logró arribar tercero, después de Lucho Gimeno y Manuel Comandari. La tercera etapa entre La Serena y Santiago, conservó el tercer lugar a pesar de que se repitieron las mismas fallas en el motor. En Santiago, se descubrió la raíz del problema y aparentemente se solucionó porque el auto anduvo bien en la cuarta fase entre Santiago y Temuco donde llegó segundo. Al día siguiente, para Rebolar fue la etapa más espectacular ya que el camino era con muchas más curvas y ya en Valdivia iba primero. En Puerto Montt consiguió ganar la última fracción logrando el segundo lugar en la clasificación general. Este fue uno de los éxitos más importantes de su nutrido palmarés deportivo. Al respecto señala: “Recuerdo con gran cariño y emoción el gran homenaje que me brindaron en Limache después de este Gran Premio, organizado por la Municipalidad, donde se reunieron miles de personas en plena calle central de Limache, estando presente todas las autoridades y organizaciones locales, cuyos representantes me entregaron importantes premios y trofeos”.

Posteriormente comenzó a haber competencias casi exclusivamente en circuitos, participando Rebolar en escenarios como Roca Roja en Antofagasta, Las Machas de Arica, Tobalaba, La Reina y El Bosque en Santiago, y el de su natal Limache, entre otros. También corrió con Volvo la famosa prueba internacional Las Seis Horas de Lima, haciendo equipo con Enrique Hagemann, logrando ambos un excelente tercer lugar entre más de100 competidores.

En 1974, Rebolar ganó la carrera más importante para él, el Gran Premio “Vendimia” de Mendoza en la que tuvo la suerte de vencer a los mejores argentinos del TC de esa época. Ese mismo año, el Comité Olímpico de Chile lo premió en forma especial por la hazaña de haber ganado una carrera de automóviles en Argentina.

Destaca en su historial también la SOPESUR de 1967, la que recuerda como una carrera de grandes anécdotas: “Largamos los Turismo Carretera desde Santiago en pelotón. Hasta Temuco fuimos con Boris Garafulic 1ro y 2do y llegamos distanciados sólo a unos pocos metros como buenos compañeros del equipo Ford. Saliendo de Temuco, y en medio de una intensa lluvia, en una curva de la Cuesta de Lastarria, el auto de Boris perdió el control, despistándose marcha atrás e irrumpiendo en un potrero en el que iba chocando contra unos pequeños árboles. Me detuve con mi copiloto Ismael Orellana y empezamos a empujar el Ford de Boris hasta sacarlo a la carretera. Cuando pudimos retirarlo del lugar ya habían pasado casi la mitad de los autos en carrera. Luego de subirnos al auto, entre tratar de sacarme un poco el barro, ponerme los complicados cinturones de seguridad y arrancar, ya mi amigo Boris había partido, por lo que me puse a seguirlo en el medio de la terrible lluvia y gran cantidad de agua que había en el camino. Al llegar a Valdivia, alcanzamos al Ford Thunderbird de Renato Brambilla, el que debe haber ido a unos 200 Km/h. Cuando Brambilla vio a Garafulic se abrió para dejarle paso e inmediatamente se cerró tratando de “chuparse”, sin percatarse de que yo venía sólo 2 metros más atrás, lo que me obligó a hacer una violenta maniobra sobre el agua, deslizándome con una enorme suerte de no chocarlo y de pasar a sólo 2 milímetros. En Valdivia, Brambilla me dio las disculpas y nos dimos un gran abrazo. Lo mismo hizo Garafulic. La siguiente etapa fue Valdivia-Puerto Montt, donde logramos recuperar los puestos y donde llegué segundo detrás de Germán Picó y su famoso Austin Healey y delante de Garafulic. Finalmente, en esa carrera, a la meta de Concepción llegamos primero y segundo.”

Con la desaparición de los Grandes Premios en carretera, Rebolar se especializó en el Circuito Las Vizcachas, logrando varias veces los mejores tiempos en él. Hace memoria y expresa: “Creo que la carrera más emocionante y espectacular fue la de Las Seis Horas de Chile en Las Vizcachas, en la que corrieron más de cien autos. Cada piloto manejaba hasta tres horas. La dupla más veloz fue Garafulic y Claudio Ibarra en el Mustang de este último. Yo compartí el veloz Ford Falcon de Mario Queirolo, con quien terminamos segundos después de una cerrada competencia durante todas las horas, haciendo las delicias del público. Una carrera memorable y hermosa. Nuestro Falcon estuvo preparado por Ridolfi”
Rebolar recuerda con mucho cariño a competidores como Boris Garafulic, con quien fueron compañeros de equipo tanto en Volvo como en Ford; a Luis Gimeno, Juan Gac, Manuel Comandari y, por supuesto, a Tito Fernández, Juan Manuel Fangio y Oscar Alfredo Gálvez, quienes forman el grupo de sus grandes ídolos.
Siempre corrió representando a Limache y perteneció a clubes como La Rama de Automovilismo Deportivo de la Universidad Católica y de la Unión Española. Tuvo varios autos diferentes a lo largo de su carrera deportiva. En sus inicios participó en un deportivo MGA, luego en el Volvo B-18, que fue con el que ganó la mayor cantidad de carreras. A continuación se pasó al Ford Falcon con motor V8 de 5000 cc y equipo especial de carreras. Por un tiempo, tuvo el famoso auto argentino llamado “Martín Fierro” con un motor Chevrolet V8 de cerca de 500 caballos, y terminó corriendo con una Liebre III, ex Gastón Perkins, con motor V8 Chevrolet. Una larga y fructífera vida deportiva plagada de éxitos.
Después de cerrar su época de corredor, Alfredo Rebolar siguió participando por varios años como Vicepresidente de la Federación Chilena de Automovilismo deportivo, dando todo lo que pudo por el progreso del deporte chileno, siendo distinguido por parte del Comité con el premio al Mejor Dirigente Deportivo de Chile. Es que Alfredo Rebolar no solamente ha sido un gran corredor de autos y dirigente tuerca, sino un deportista multifacético que ha practicado con éxito otros deportes como tenis, ski y especialmente polo, ganando innumerables torneos en Chile y en el extranjero. Actualmente es el jugador de polo más antiguo en actividad, jugando en torneos oficiales de carácter nacional.

Un gran campeón: Boris Garafulic Stipicic (1927 – 2008)

Por Rodrigo Velasco Santelices.
En este mes de abril de 2012 se cumplen cuatro años del fallecimiento de este superdotado campeón de nuestro automovilismo deportivo. Debutó a fines del año 1959, conduciendo un Volvo, en el circuito Cerro Condell de Curicó. Triunfó en su serie de la categoría carrozados standard, de la cual pasó a ser uno de los pioneros y frecuente animador. En 1961 decidió incursionar en la serie de Turismo Carretera en el mismo Volvo, ya más preparado, y logró entreverarse más de alguna vez entre los lugares de privilegio de la serie mayor del automovilismo nacional. En el Gran Premio corrido ese mismo año, entre Santiago- La Serena -Viña del Mar- Santiago, Garafulic no solamente ganó su serie de la categoría carrozados hasta 2.000 c.c. sino que disputó los primeros lugares generales con los coches de Turismo Carretra, logrando finalmente el tercer lugar de la clasificación general, detrás de nada menos que el Ford de Bartolomé Ortiz y el Chevrolet de “Raúl Papín” Jaras. Demostraba así que ya estaba para grandes éxitos.


En 1962 Boris Garafulic se haría famoso a nivel internacional al ganar la serie de 1.600 a 2.000 en el maratónico Gran Premio de Turismo de la República Argentina. Con un Volvo proporcionado por la fábrica de Suecia, impresionó por su velocidad a lo largo de las seis etapas de la larga competencia de 4.438 kilómetros de recorrido, en la que finalmente logró el triunfo, superando a todos los astros argentinos. Como si fuera poco, logró superar a los rivales de la serie superior (Jaguars, Pontiacs, etc.), para finalmente llegar segundo en la clasificación general, siendo superado únicamente por el Mercedes Benz 220 SE del equipo oficial alemán (dirigido por Juan Manuel Fangio), piloteado por las famosas suecas Ewy Rosqvist y Ursula Wirth. Se ganó así, con pericia, velocidad y tesón, su fama internacional de gran piloto.


Pronto se cambiaría del Volvo a un poderoso Ford Falcon con motor V8, con el que llegarían grandes éxitos en la categoría mayor del automovilismo nacional. Uno de sus triunfos más bullados, en el que logró varios récords, fue el del Gran Premio SOPESUR de 1966. En la primera etapa, entre Santiago y Temuco, clavó los cronómetros en 3 horas 28 minutos y 32 segundos, a un promedio de velocidad 187,02 KPH, rebajando en más de 9 minutos el récord que ostentaba Bartolomé Ortiz desde 1964 para la misma distancia.
Es que a Garafulic le tocó la etapa de transición de los Turismo Carretera, cuando las antiguas pero remozadas cupecitas de los años 30 y 40 empezaron a ser acosadas por los autos contemporáneos, con mecánicas modernas, como el Falcon que él conducía. Tanto es así que en una entrevista al diario El Mercurio, en el año 1969, Boris declaró, con una mirada retrospectiva: “De joven me tocó alternar en la pista y el camino con los mejores valores de esa época, Eugenio Velasco, Nemesio Ravera, Bartolomé Ortiz. Yo he sido un verdadero nexo entre esa generación y la actual. Creo que en esos tiempos existía más camaradería y mayor espíritu deportivo. Ahora, en razón de los altos costos de preparación de las máquinas existe mayor preocupación por el triunfo, ya que los premios pueden compensar en parte los gastos. Todo eso sin desconocer que en la actualidad también existe una camaradería admirable; pero en menor grado. Las velocidades también eran distintas, por eso cuesta hacer un paralelo entre la capacidad de los pilotos de esos años con los de ahora. Yo creo que en toda época hubo buenos y regulares, como en todos los deportes.”

Posteriormente, en su Falcon ya remozado como un Turismo Carretera, el “Maestro” -como lo apodaban sus admiradores por su habilidad conductiva- fue el rey de los circuitos. Ganó varias veces en el otrora famoso Circuito de Tobalaba en el aeródromo Eulogio Sánchez, y tiempo después llegó a ser bautizado por la prensa como “El Amo de Las Vizcachas”; escenario en que era prácticamente imbatible y donde estuvo invicto por casi tres años, desde su inauguración en 1967. Allí dio lecciones de manejo y derrotó entre otros, a los ases argentinos Carmelo Galbato, Carlos Pairetti y Jorge Cupeiro. En ese entonces dijo en una conferencia de prensa: “Me parece que la inauguración de Las Vizcachas marcó una etapa importante en nuestro automovilismo deportivo. Ahora se puede correr con mayor tranquilidad y, por lo tanto, rendir mucho más. Me gustan mucho Tobalaba y El Bosque, pero el circuito de mejores características es el de Las Vizcachas. Este escenario me ha resultado además muy favorable. He participado en muchos circuitos y todos los he ganado, tanto en la pista chica de 1616 metros como en la pista grande de 2979 metros. Esta última se presta mejor a las características de mi Ford Falcon, así es que he ido rebajando los tiempos en la medida que me voy acostumbrando a su trazado. En mi última actuación mejoré el récord que dejó el argentino Carlos Pairetti”.

En 1970 logró otra gran victoria de resonancia internacional al imponerse en binomio con Claudio Ibarra, en el Ford Mustang de éste, en la maratónica prueba Las Seis Horas de Chile. La última carrera por caminos que ganó fue el gran premio de las Dos Provincias en 1971, entre Santiago y Viña del Mar, dejando con su Ford Falcon un récord para la historia: demoró entre ambas ciudades 33 minutos y 12 segundos clavados. Luego, en mayo de ese año 1971, “El Maestro” hizo otro crono histórico al establecer entre Santiago y La Serena el impresionante récord de 2 horas 25 minutos 13 segundos, a un promedio de 194,190 por hora. Por fallas mecánicas al regreso hacia la capital, lamentablemente no terminó ese gran premio, pero dejó su récord para el bronce ya que nunca más hubo carreras en esas rutas.
Boris Garafulic se coronaría campeón de Chile de Turismo Carretera los años 1968, 1969 y 1971. En su última temporada en el automovilismo piloteó un hermoso prototipo Baufer Ford, fabricado en Buenos Aires por encargo de la Comisión de Concesionarios Ford, el que tenía un poderoso motor Boss 302.

Pese a su gran fama y popularidad (era un verdadero ídolo de multitudes) nunca perdió la modestia, la caballerosidad con sus rivales y la solidaridad con sus muchos amigos competidores. Sin duda este triple campeón fue un deportista excepcional, justificadamente querido por la afición tuerca.

Entrevista con Juan Armando Band

Por Rodrigo Velasco Santelices

Su nombre fue por años sinónimo de triunfos asociado a los Mini y especialmente al Austin Cooper “S” preparado con el que hacía pasar vergüenza a los monstruos de Turismo Carretera con los que se entreveraba de igual a igual. Su club deportivo al que con orgullo representaba en las pistas era La Católica. Salió varias veces campeón nacional en categorías de turismo. El famoso piloto Juan Armando Band Zallers nació en Santiago el 22 de Agosto de 1940 y si bien es cierto que su fama se asocia a los Mini Cooper, la realidad es que sus primeras armas fueron conduciendo autos Volvo; marca que le dio también muchos éxitos en los años sesenta. Sin embargo, en su larga y fructífera trayectoria deportiva también piloteó otros coches, como NSU TT, Nissan Stanza y Volkswagen Passat.
Su sigla ABAND dispuesta en calcomanías (dentro de un diseño similar a los escudos de los números de rally) era todo un símbolo tuerca que muchos lucíamos orgullosos en nuestros Minis para “tirar pinta” y demostrar que el motor estaba arreglado en su famoso taller de Bellavista. Incluso creó una célebre Escudería ABAND de Austin Minis piloteados por veloces mujeres cuyas carreras eran muy celebradas por el público.
Juan Armando Band no solo participó exitosamente en grandes premios carreteros como los de Santiago a Arica y las legendarias SOPESUR, sino que también logró victorias en diversos circuitos como Barrancas, Santo Domingo, Peñuelas, Tobalaba, y Las Vizcachas, entre otros. Corrió también en Argentina y Perú, logrando siempre resultados espectaculares, tanto en Volvo como en Mini Cooper.


¿Cómo y cuándo fue tu inicio en el automovilismo deportivo?
“Mi primera carrera fue en 1962 en la primera edición del circuito Las Barrancas. Hago notar que esa fue la primera carrera para una cantidad de pilotos que después conformarían las distintas series de turismo, de entonces en adelante. En las nuevas categorías destacaron los Volvo B18, que fueron los primeros autos con 2 carburadores, frenos de disco y cajas de 4 velocidades. Con uno de esos 544 debuté obteniendo el primer lugar después de una reñida lucha con Boris Garafulic, Peter Kube, Rafael Peralta, y especialmente Mario Amenábar, quien iba a ser mi copiloto, pero que a última hora se entusiasmó y se inscribió en el Volvo de su mamá, partiendo en el último lugar. A las pocas vueltas ya venía en segundo lugar, detrás de mí pero desgraciadamente, en la curva de la tierra al pavimento, volcó espectacularmente. El público lo puso de pie y siguió corriendo, obteniendo finalmente el segundo lugar. Si no se vuelca, me habría ganado. Mario Amenábar era un genio, y él incluso me ayudó a preparar el Volvo, carburándolo personalmente. El resto lo hicimos en el taller de Mañungo Lira. Por mi gran triunfo me dieron una tremenda copa, la que todavía tengo, y de no ser por ese debut tan exitoso no se me habría metido el bichito de las carreras, ya que yo participé en esa prueba en Barrancas con más curiosidad que entusiasmo, porque en esa época estudiaba derecho y estaba dedicado a sacar mi título de abogado antes que nada. Sin embargo el haber ganado me motivó a seguir participando, y corrí de nuevo en Barrancas con el Volvo en varias pruebas más, saliendo siempre entre los tres primeros. Era tal mi interés que incluso acorté mi luna de miel en EE.UU. para alcanzar a llegar a otra carrera en ese mismo circuito, y recuerdo que de allá me traje un eje de levas Iskenderian para que el Volvo anduviera más rápido. Con él logré un segundo lugar”.

¿Cuáles grandes premios por carretera en que participaste fueron los más relevantes a tu juicio?
“Corrí muchas Santiago-Arica y muchas SOPESUR, pero la mas emocionante fue la carrera Lima-Arequipa-Lima, de mas de 2.300 kilómetros por los caminos peruanos. Fui invitado a correr por los dirigentes de Automóvil Club Peruano en la categoría de hasta 2.000 cc. En Lima, el concesionario Volvo me pasó un auto al que le colocamos mi motor que habíamos agrandado a 1998 cc. Sin embargo, en cierto modo, yo iba como independiente del equipo oficial Volvo, comandado por el sueco Kurt George, y contra todo el equipo oficial Alfa Romeo.

“La carrera se largó a medianoche en la Plaza de Armas de Lima. Al cabo de algunos cientos de kilómetros, el camino llegaba súbitamente al borde del mar, y con una curva que a esa hora estaba resbalosa. La curva estaba en una quebrada de unos 20 metros sobre el nivel de las rocas y el mar, como en el camino de Viña a Concón. Vi a varios autos precipitarse al vacío delante de mí. Afortunadamente no hubo heridos graves. La carrera continuaba y nosotros íbamos corriendo en primer lugar. Sin embargo, cuando ya había salido el sol, empezó a patinar el embrague. Mi copiloto, y excelente mecánico y amigo, Alejandro Délano, se tiró debajo del auto y empezó a tirar arena del desierto al interior del embrague, para secar el disco que estaba pasado de aceite, y darle mas agarre a la balata. La ocurrencia resultó, y logramos recuperar nuestro primer lugar entrando primeros a la ciudad de Arequipa. Luego de un día de descanso y mucho trabajo en los autos, estábamos listos para la segunda etapa. La salida de Arequipa, de noche, era muy peligrosa porque había que subir hasta la cumbre del Volcán Misti. La diferencia de altura arruinaba cualquier puesta a punto de la carburación, pero la noche del día de descanso la aprovechamos para subir el Misti, y estando arriba, procedimos a carburar el Volvo en esa altura. El Volvo tenía carburadores SU de ¾ que se regulan con un chicler de paso variable, del mismo modo como funcionaba el sistema del choke. Al tirar el choke, el tubo bajaba, dejando la aguja del pistón del carburador más afuera, enriqueciendo de este modo la mezcla. Entonces, la carburación normal (sin el choke) quedó regulada para la altura, (mezcla muy pobre). Luego, al bajar a Arequipa, volvimos a carburar usando el choke, e hicimos una pieza con un pedazo de lata, que yo colocaba en la perilla del choque, bloqueándola en la posición de mezcla más rica, necesaria para correr a baja altura.”

 

“Largamos a las 4 de la mañana, y como pensábamos, el sueco Kurt George rápidamente sobrepasó a todos colocándose en la delantera. La neblina no dejaba ver a más de tres metros delante del capot, así es que nos pegamos a su cola sin perder de vista sus luces rojas. Si el se hubiese desbarrancado, nosotros hubiésemos seguido la misma suerte. Íbamos pendiente de una súbita curva a la izquierda que aparecería justo en el momento en que uno pensaba que la recta no terminaría jamás. Por suerte, un chileno que nos saludó en Arequipa, nos había advertido de esa situación. Nos dijo,”cuando hayan recorrido muchos kilómetros de recta, en subidas y bajadas, fíjense que en pleno desierto, a la izquierda existe una choza abandonada. Después de la siguiente subida, viene la curva fatal a la izquierda. Alcanzamos a disminuir la velocidad y súbitamente nos encontramos con la curva. Por suerte no pasó nada y seguimos. No tuvo la misma suerte Bartolomé Ortiz, quien en su Ford TC venía a fondo, y cuando se encontró con la curva, no logró virar y se volcó estrepitosamente, pero con tanta suerte que el auto terminó parado en sus 4 ruedas. Volvió al camino y siguió a fondo, hasta que empezó a cruzarse con otros autos que venían en sentido contrario. Entonces comprendieron que iban al revés, nuevamente hacia el sur. Frenaron y dieron vuelta en U. Nuevamente a fondo hasta que llegaron a la misma curva ¡ y nuevamente se volcaron! Esta vez, sin posibilidad de continuar.”

“Mientras tanto, nosotros logramos llegar a la neutralización en Ica, a 300 kilómetros de Lima. Kurt George nos había sacado 7 minutos de ventaja. Largamos a las 12 del día sin muchas esperanzas pero, de pronto, bajamos al nivel del mar, el motor se enfrió y la carburación demostró estar perfecta. Empezamos a recuperar nuestra velocidad máxima hasta cruzar la meta en Lima. No habíamos dado alcance a Kurt George en la ruta, pero las planillas y tiempos indicaron otra cosa. ¡Habíamos ganado la categoría y la clasificación general por 45 segundos!
Grandes felicitaciones. En Chile, hasta interrumpieron un partido de futbol en el Estadio Nacional para dar la noticia que los chilenos habían vencido en el Gran Premio Peruano. Todo el mundo nos dio por ganadores. Vino la revisión técnica, que mostró que mi motor tenía 1998 cc, en vez de los 1800 originales. Pero la categoría era hasta 2.000 cc. Además los peruanos habían sido informados de esto cuando les comunicamos que yo llevaría solo el motor a Lima, y que ellos me pusieran el auto. Sin embargo, los dirigentes decidieron aplicar desde ese momento el Anexo J de la FIA, que no autorizaba agrandar más de 0.50 el diámetro de los cilindros. La comunicación de la FIA del nuevo reglamento les llegó justo durante la carrera. Antes ni se conocía. Y además, yo había ganado mi categoría, y la clasificación general, venciendo a autos con más de 5.000 cc. Pero, los dirigentes se aferraron de eso, y me “desclasificaron”, no descalificaron, sino que solo me quitaron la clasificación, y me dieron un trofeo, igual al que me correspondía, pero en miniatura. Dio la casualidad que al no reconocerme el triunfo de la clasificación general, en fuerza libre quedaba en primer lugar el hijo del presidente del club organizador…
El escándalo fue tan grande, que los miembros del otro club de automovilismo en Perú, el CAS (Club de Automóviles Sport), me invitaron como piloto de honor, a competir en el mismo auto y con el mismo motor, junto a Bartolomé Ortiz, en las Seis Horas Peruanas, a correrse 15 días después en el circuito Campo de Marte, en pleno centro de Lima. El equipo de la Volvo de Suecia, me solicitó que les dejara desarmar el motor, para revisarlo y cambiar los anillos y el retén de aceite del cigüeñal. Les informé que los pistones eran de marca Ford F100, de 3 1/2 pulgadas, y las válvulas eran de Chevrolet. Estas modificaciones habían sido hechas por mi mecánico en Chile, José Toledo. En las 6 Horas no tuvimos suerte ya que partió conduciendo Bartolomé Ortiz, quien sin conocer el Volvo, se “tragó” una cuneta en una curva, y hasta ahí no más llegamos. La anécdota de todo esto fue, que dos años después, la Volvo reemplazó el modelo B18 por el B20, de 1998 cc, con pistones de 3 ½ pulgadas y válvulas más grandes, iguales a las mías de Chevrolet. ¡Nadie sabe para quien trabaja!”

¿Cuántos Volvos corriste y qué modelos?
“El primero, 544 de los redonditos, B18, era blanco. Yo lo pinté rojo. El que corrí en la Lima-Arequipa me lo dieron en Lima, era un 122 cuatro puertas blanco. Y después me compré aquí un 4 puertas que corrí en una Santiago-Arica en la que salimos terceros.
Yo usaba los dos indistintamente, el de dos puertas lo usaba más en el TC , ese tenía el motor que yo había agrandado a 2000 cc. En la serie de turismo estándar usaba más el 122 de 4 puertas con el motor normal B18 de 1800cc. Después de esa Santiago- Arica venía una carrera en el Circuito el Morro para coches de lo que se llamaba fuerza libre y estaba inscrito Federico “Piti” Block (campeón peruano) con un Jaguar XKE. Pero necesitaban 6 autos para poder meterse, habían 5 y faltaba uno. Me dijeron que me inscribiera en el Volvo y me metí. Partimos y yo iba a la cola detrás de esos rápidos autos sport. Después de unas 8 vueltas, ganaba fácil “Piti” Block, el que cada vez que llegaba a una curva frenaba a todos, para darle emoción a la carrera. En una de esas, después de la recta larga y ancha, Block los para de nuevo y yo me abro y los paso a todos soplado por fuera, pero estaba fuera de la huella dura, con puro polvo… El auto no se agarró para nada. Para no darme vuelta seguí de largo, pero como tenía peralte saltamos, volamos por el aire, y cuando vamos a caer de punta —en un accidente cada segundo parece en cámara lenta—, había una roca al frente. De trompa contra la roca y empezamos a darnos vuelta…conté nueve vueltas. Con cinturón normal, cascos no integrales y sin jaula. Y un tierral que no se veía nada, pura tierra. Termina de darse vueltas el auto y quedó en sus cuatro ruedas. Ya no le quedaban puertas, habían desaparecido. Me bajé y no estaba mi copiloto. De repente vemos a Ridolfi saliendo por donde alguna vez estuvo el vidrio trasero, y saliendo sin ropa. En este tipo de accidentes la ropa se muele. Los zapatos son los primeros en salir volando, y Ridolfi quedó desnudo. Tuvieron que traer mantas y taparlo. Afortunadamente no nos pasó nada a ninguno de los dos pero el susto fue muy grande”.

“Pity” Block se sintió muy responsable y nos convidó a Lima con mi mujer y nos fuimos en el auto de él. Eché lo que quedaba del Volvo mío volcado arriba de un camión. Allá hice negocio y le compré una nueva carrocería; no podía comprar un auto entero porque sería contrabando. Compré la carrocería de un dos puertas y le metí el motor, caja, etc. Sólo estaba comprando repuestos, ya que la carrocería del otro 122 había quedado inservible. Así, me traje un auto como nuevo, era rojo, y el único coupé en Chile. No existía el Volvo dos puertas de ese modelo Amazon aquí. Volví en él a Arica (donde no pasó nada en la aduana) y lo mandé en avión a Santiago. Fui a buscarlo a Cerrillos, paso nervioso los papeles a los de aduana, los tipos ni miraron el auto que estaba arriba del avión, entonces yo voy saliendo del aeropuerto y se me vienen un montón de carabineros encima que me paran. Casi me hice ahí mismo…pero nada, ocurre que venía llegando el Presidente…pasé el susto de mi vida internando ese auto. Ese mismo Volvo coupé años después me lo compró “Pachi” Campos.”

¿Qué otras competencias automovilísticas recuerdas especialmente ya sea por su importancia, dificultad o el papel que realizaste en ellas?
“Yo te diría que una de las más emocionantes de largo aliento fueron las 12 Horas de Buenos Aires. Ya estábamos con el equipo British Leyland, con los Cooper S. Fui con Rafael Prieto. A esa carrera fuimos 3 autos, los hermanos Eduardo y Lionel Kovacs en uno, Ernesto Díaz y Pancho Lanz en otro, y Rafael Prieto conmigo en el Cooper S nuestro. Era “nuestro” porque usamos el auto de Rafael con el motor del Cooper S mío, por razones estratégicas. Tres autos, todos verdes con rayas amarillas, con los colores oficiales de British Leyland. La preparación eso sí la hicimos distinta, los Kovacs y Ernesto Díaz con Pancho Lanz tenían las culatas de aluminio y los carburadores Weber de doble boca que era lo máximo que se podía tener en ese momento. Nosotros, más bien Rafael Prieto que era un genio como ingeniero, decidió correr con los carburadores SU de fábrica. Como los promedios en una carrera de 12 horas no son espectaculares, nosotros dijimos vamos a llevar los carburadores chicos y vamos a lograr un buen resultado en base a no parar a reabastecer, porque no era cuestión que llegabas a tu pit y te reabastecían. No, tenías que pasar por una bomba de bencina, había que hacer cola, igual que en un servicentro. Entonces todo el mundo, andaba una hora y media con la bencina y tenían que parar a reabastecer. Nosotros en cambio corríamos tres horas, entonces cada vez que todos entraban, porque todos gastaban más o menos lo mismo, los pasábamos y los veíamos haciendo cola, pero nosotros seguíamos dando vueltas y dábamos varios giros más mientras ellos estaban parados.”


“Era una carrera absolutamente cerebral. Al final fueron pasando un montón de cosas: Kovacs y Díaz quedaron botados, nosotros seguimos y gracias a nuestra estrategia íbamos punteros en la general, habiendo de todo tipo de autos espectaculares. Faltando 45 minutos para terminar la carrera la fiesta en los pits era tremenda, y vengo entrando a la zona de los mixtos cuando de repente se corta el brazo de la dirección y el auto sale para afuera al pasto.
Pego la frenada y veo de qué se trata y salí rajado, corriendo, para llegar a los pits. Todo el mundo miraba para ver si aparecía por la pista, cuando yo aparezco a pie por detrás de los boxes. Casi se murieron. Entonces el Tatarita Ferreira que estaba ahí dice, ¡saquémosle el repuesto al de Kovacs! Bajamos la caja de dirección completa. Corrieron con la gata hasta el auto y trabajaron como locos. Yo arriba sentado, listo y acelerando. Bajaron la gata y salí de nuevo a la pista a recuperar el tiempo perdido En el intertanto ya había logrado pasar el BMW de Carlos Pairetti y otro piloto cuyo nombre no recuerdo. Habían logrado recuperar el primer lugar de la general y finalmente nos ganaron por diez vueltas. En 12 horas de carrera un BMW 2002 Alpina me sacó sólo 10 vueltas después de todas esas peripecias. Al final logramos ganar nuestra categoría y salimos segundos en la clasificación general.”

Sin duda esa histórica actuación en Buenos Aires fue una gran proeza que Band guarda en un lugar preferente de su memoria, pero cada uno de los miles de aficionados que lo vieron triunfar en pistas y caminos nacionales tendrá alguna de esas diferentes jornadas como su predilecta. Personalmente, me quedo con dos competencias carreteras en que lo vi triunfar con maestría a bordo del Mini Cooper S: me refiero al Gran Premio SOPESUR de 1964 y al Gran Premio El Mercurio (Santiago-Arica) de 1968; en ambas maratónicas carreras Band ganó en gran performance la serie de turismo hasta 1500 cc.
Dentro de sus rivales, Juan Armando recuerda y destaca muy especialmente a Eduardo Kovacs Amengual, con quien sostuvo muchos duelos memorables en circuitos y carreteras. “Yo era muy amigo del papá y de la mamá, y Eduardo corría en un NSU, pero yo los convencí para que lo subieran a los Cooper, de hecho les vendí yo mismo el primer Mini Cooper 998. Una vez corrimos juntos en Las Tres Horas de El Bosque y ahí por primera vez subí a Eduardo en el auto mío. Tuvimos mala suerte. Compartimos manejo y teniendo la carrera prácticamente ganada le quebraron el parabrisas al Mini mientras conducía Eduardo y sonamos, tuvimos que abandonar.”

Cuando de hablar de ídolos o pilotos admirados se trata, Band nombra sin titubear a los dos suyos: Raúl Jaras y Boris Garafulic. Nos cuenta que “Papín” era además su amigo, ya que arreglaba sus Volvos en su parcela taller ubicada en Macul. Allí Jaras y sus mecánicos lo ayudaron a hacer el motor grande, de casi 2000 centímetros, con algunas partes de repuestos Ford y Chevrolet, por lo que el éxito de esa planta motriz precursora del B20 se lo debe al “Guatón” Toledo y a Raúl “Papín” Jaras.
Recuerda al “Maestro” Garafulic diciéndome que era el piloto que a él le habría gustado ser: “Más allá de cómo manejaba, como ser humano. De los demás éramos todos amigos, pero Boris era como el hombre a emular, en todo. Uno se preguntaba que hubiera hecho Boris ante algún problema o circunstancia. Era perfecto. Me tocó muchas veces correr contra él y siempre lo admiré. Boris era como mi mentor.”


Incluso me dice que conserva con orgullo una foto publicada en el diario El Mercurio cuando murió Garafulic, donde sale el “Maestro” doblando en su Falcon en el curvón de Las Vizcachas y él intentando meterse por dentro en su Cooper S. En realidad, esa imagen no puede ser más ilustrativa de esa gran época de nuestro automovilismo en la que Juan Armando Band tuvo la suerte de ser uno de los protagonistas relevantes, haciendo vibrar con sus triunfos y grandes actuaciones a una generación de chilenos. Su destreza para llevar su potente y ya legendario Cooper S ocupa un importante lugar en la memoria colectiva de los aficionados tuercas que tuvimos la suerte de verlo correr.

Juan Gac Cumple 80 años

Por Rodrigo Velasco Santelices
El popular campeón de automovilismo Juan Amador Gac Soto nació en Santiago el 28 de septiembre del año 1932. La pasión por el automovilismo se la transmitió su padre, don Luis, quien era muy “tuerca”; no solo era aficionado a los autos, sino que corría en motocicleta y fue uno de los fundadores del Santiago Moto Club. Además, Juan tuvo la suerte de vivir su infancia en un barrio donde existían muchos garajes famosos que preparaban coches de carrera.

Nos cuenta que vivía en el barrio Brasil con la Alameda, y que siendo un escolar (estudiaba en el Liceo de Aplicación) se dedicaba a recorrer los distintos talleres del sector donde se mantenían autos de competición que disfrutaba viendo y gozaba observando cómo trabajaban en ellos. “Me paraba en el negocio de don Domingo Bondi (famoso corredor de antaño) después me iba al taller del señor Antonio Caliri (el célebre piloto italiano avecindado en Chile que batió récords de velocidad en el Kilómetro Lanzado), de allí a la calle Moneda donde Tito Vivar, mecánico que le preparaba los autos a Miguel Nacrur y a Francisco Lasalvia; grandes pilotos de los años cuarenta. Así, el adolescente Juanito Gac fue conociendo esos coches y se fue empapando del ambiente.

Sus primeros pasos en las carreras automovilísticas los dio a bordo de una “burrita” Chevrolet 1928 en el circuito de la Quinta Normal en 1955, con la que participó en tres competencias. Luego conseguiría prestado un Ford ‘40 (del pololo de su hermana, Roberto Cardemil) que preparó y con el que corrió en el Parque Cousiño “con los neumáticos lisos y hasta con el letrero de taxi puesto” logrando un espectacular primer lugar en la serie de Carrozados y superando a consagradas figuras. Esa exitosa competencia lo marcó: “ahí quedé definitivamente metido en el mundo de las carreras”. Vendrían después legendarios circuitos como Macul, Limache, Los Dominicos y Barrancas.
A comienzos de los sesenta ya tenía varias carreras a su haber, pero aún no tenía auto propio para competir, por lo que se inscribió en el primer Gran Premio Santiago a Arica en el mismo taxi Ford ’40 de su amigo Cardemil, con él de copiloto. Sufrieron innumerables contratiempos mecánicos y mil pellejerías en esa maratónica prueba, acostumbrándose a llegar de noche o de madrugada a la meta en las diversas ciudades, cuando ya no quedaba nadie. Recuerda: “A La Serena llegué como a las 11 de la noche y el ganador había arribado a las 11 de la mañana… ¡A Antofagasta llegamos incluso una hora antes de la largada de la siguiente etapa! A la meta final en Arica llegué a las tres de la mañana. Después de la premiación se fueron todos, pero una vez más quedamos tirados, y lo peor es que ya no teníamos plata. Ahí por suerte me encontró Eugenio Velasco que tenía un taller en la Alameda y conocía a mi papá. Él me llevó al diario La Concordia de Arica donde escribieron un artículo con nuestra historia; se hizo una colecta y gracias a eso pudimos volver a Santiago”.

A la vuelta de esa famosa carrera, paró a ayudar a un competidor en “pana” en la ruta, y así conoció a Raúl García, que piloteaba un coupé Ford ’38 de TC, a quien visitó después en la capital en su taller y del que obtuvo ese coche de carreras en préstamo. Después lograría comprárselo con mucho esfuerzo, el que valdría la pena pues ese Turismo Carretera le daría a Gac grandes satisfacciones en los muchos años juntos. Lo fue preparando y mejorando en cada competencia, y al final le puso un motor Ford de camión F-600. Con esa poderosa planta motriz el clásico auto llegaba a una velocidad punta superior a 250 KPH en las rectas, pero su antiguo chasis y carrocería no le daban la estabilidad ni la aerodinámica necesarias, por lo que conducirlo con habilidad era muy difícil, lo que hacía más meritorio su manejo. Con esa “cupecita” Ford, Juan Gac lograría un gran 4° puesto en la carrera Santiago a Arica de 1964; un muy buen 5° lugar en el Gran Premio SOPESUR del mismo año y un formidable tercero en el Gran Premio El Mercurio de Arica a Puerto Montt en el año 1969, donde se enfrentó a coches muchísimo más modernos como el Ford Special del ganador Luis Gimeno, los Ford Mustang de Claudio Ibarra, del binomio Larraín-Jordán y del peruano Luis Alvarado, o los veloces Ford Falcon de los hermanos Neder, Boris Garafulic, Alfredo Rebolar, Manuel Comandari, Miguél Cortés y el peruano Pedro de las Casas. Gac hace memoria: “Venía entre los tres primeros, por Chillán iba segundo y al final llegué a la meta en el tercer lugar con una diferencia mecánica abismante; por hacer una comparación los adversarios míos iban en moto y yo en bicicleta”. Sin embargo su ya célebre “empanada” Ford ‘38 no destiñó pese a sus años y no solo lo llevó a la meta sino que lo subió al podio en una carrera que constituyó una verdadera proeza deportiva de Juan Gac. Cabe destacar que entre Arica y Santiago tardó apenas 12 horas un minuto, y que hizo el total del recorrido de la competencia desde Arica hasta Puerto Montt en 17 horas 54 minutos y 17 segundos. Además, ese año 1969 fue muy merecidamente elegido el mejor Deportista Nacional por el Círculo de Periodistas Deportivos.

Pero ese fiel coupé Ford de Turismo Carretera tenía aún carrete para rato; entre otras competencias importantes de Juan Gac al volante de esa histórica máquina puedo destacar varias más: un excelente 4° lugar en las Dos Provincias de 1971 (puso 36 minutos 36 segundos entre Santiago y Viña del Mar) y un brillante tercer lugar en el Gran Premio Cristavid, Santiago-Villarrica-Santiago, en el que cruzó la meta clavando los cronómetros en 8 horas 29 minutos y 32 segundos. En la carrera Santiago-La Serena-Santiago, ese mismo año ‘71, venía punteando rumbo a la capital y la tenía prácticamente ganada, pero una falla eléctrica poco antes de la meta permitió que lo superara el coche de Lino Pesce. No obstante, consiguió un sobresaliente 2° lugar en ese histórico Gran Premio.

Entre sus copilotos de distintas épocas Juan Gac menciona especialmente a Florencio Fernández , apodado “Condorito”, Lorenzo Coll, Roberto Cardemil, y Joaquín García (argentino), entre otros. Le consulto sobre los rivales que más recuerda y me aclara que dada su larga trayectoria en el automovilismo (cerca de 50 años) tiene que distinguir las distintas épocas: “En la primera, Lorenzo Varoli, Bartolomé Ortiz, “Papín” Jaras, Carlos Niemayer, José Dolores Moreno. En la segunda época, Boris Garafulic, Luis Gimeno, Rodrigo Gana, Eduardo Alarcón, Manuel Podestá, y en la tercera, Juan Fernández Orrego, Lino Pesce, Germán Mayo, Rodrigo Mayo, Germán Mayo hijo y Miguel Ángel Gimeno”. Entre los pilotos argentinos tiene un especial recuerdo para Eduardo Copello, y entre los chilenos guarda un lugar predilecto en su memoria para Raúl “Papín” Jaras: “Me acuerdo que mi compañero de colegio y corredor de motos Pietro Morales me llevó en su moto al negocio que tenía don Raúl Jaras Barros, padre de “Papín”, a quien conocí en esa oportunidad. Yo lo admiraba y quise ser su amigo, y después quise ser su adversario, y afortunadamente se cumplieron esas dos etapas. Lo más destacable sin embargo es que fui dirigido deportivamente por varios años por mi ya querido amigo “Papín” Jaras, y con su valiosa ayuda obtuvimos varios campeonatos”.


Se refiere así Juan a la época posterior: la de las Liebres y prototipos argentinos de mediados de los años setenta y década de los ochenta, ya superada por la historia la era de las “cupecitas” Ford y Chevrolet, y una vez extintas para siempre las carreras por carreteras. Las Vizcachas era entonces el escenario casi obligado y con la hermosa Liebre III (que perteneciera al piloto mendocino José Manzano) que adquirió en Argentina, Gac se luciría en las pistas obteniendo muchas victorias con esa poderosa máquina potenciada por un motor Chevrolet 350. En estricto rigor, Juan Gac se coronaría cuatro veces Campeón Nacional de Turismo Carretera en los años 1977, 1979, 1987 y 1988. A su vez, cuando los Turismo Carretera ya eran cosa del pasado, Gac lograría ser también Campeón Nacional de la categoría Sport Prototipos en 1991. Ello, sin contar innumerables vicecampeonatos y terceros lugares obtenidos durante esos largos años de competencias.
En 1995 Juan Gac partió a EE.UU. en una nueva aventura “tuerca”: luego de comprar un auto de la serie World Sport Cars lograría el sueño de competir con un equipo chileno en las míticas 24 Horas de Daytona y en las 12 Horas de Sebring, en dos oportunidades en cada prueba. En Daytona fue 13° y 14°, y en Sebring obtuvo los mejores resultados al lograr un muy meritorio 8° lugar en 1995 y el mismo puesto también en la versión de 1997, compitiendo contra más de 100 difíciles rivales, muchos de ellos pilotos profesionales consagrados internacionalmente.


A su regreso en Chile continuaría esporádicamente su inagotable campaña en las pistas nacionales, convirtiéndose así en el campeón de automovilismo de más larga trayectoria deportiva de nuestra historia. Para el bronce quedaría su último campeonato obtenido en la serie Stock Cars en el año 2001, cuando tenía nada menos que 69 años de edad. Este veterano campeón de los circuitos fue además un destacado dirigente que mucho hizo por el automovilismo. Entre otras cosas, formó la rama de automovilismo del Club Colo Colo y fue presidente de la Federación Chilena de Automovilismo Deportivo, FADECH.
Este breve resumen permite concluir sin dudas que Juan Gac Soto ha sido un piloto de carreras excepcional e incansable, cuya larguísima y prolífica vida deportiva constituye un gran ejemplo para las generaciones posteriores. Este día viernes 28 de septiembre el otrora múltiple campeón celebra sus 80 años, por lo que aprovechamos de homenajearlo calurosamente como se lo merece y le deseamos toda la felicidad del mundo en este cumpleaños tan importante. ¡Y que por cierto serán muchos más!

Entrevista con Cristóbal Velasco

Cristóbal Velasco es uno de esos escasos pilotos de la era legendaria de los Turismo Carretera, de la década del cincuenta, que supo después asimilarse a la historia moderna pasando a ser protagonista muy relevante en las carreras de coches de turismo en los ochenta en el autódromo de Las Vizcachas. También tuvo actuaciones destacadas en carreras en el Perú y en Filipinas, donde vivió años como ejecutivo internacional de General Motors.
Nos cuenta que debutó en el año 1953 en el Circuito de Limache, piloteando una cupecita Ford 1939 con caja de tres velocidades y un motor de 85 HP, en la categoría Carrozados. Después “armó” un Ford ’38 de TC, con un motor de 100 HP, con el que se integró a la categoría mayor del automovilismo nacional. A poco andar ese auto sería reemplazado por el TC más veloz que condujo: un Ford coupé de 1940 que había pertenecido al recordado piloto Eduardo Kovacs Jones. Tuvo muy destacadas actuaciones en el Circuito Los Dominicos, las carreras de Las Tres Provincias y el Circuito Condell de Curicó. Entre sus rivales más “bravos” de aquella gloriosa época recuerda con afecto a “Papín” Jaras, Bartolomé Ortiz, Eugenio Velasco y Nemesio Ravera. Sin perjuicio de los TC, siguió compitiendo esporádicamente en la serie Carrozados en un Chevrolet coupé 1948, y posteriormente en un Simca 1957. Con su amigo el campeón peruano Federico “Pity” Block hicieron una exitosa dupla en el famoso Circuito Atocongo en Lima, en el año 1957.

Con el Chevrolet coupé ’47 “carrozado” en el Circuito Viña del Mar.

Al año siguiente, el mismo dúo tuvo una descollante actuación en el Gran Premio Puerto Montt – Santiago. Recuerda que su amigo peruano estaba de vacaciones en Chile y decidieron armar a última hora un auto para esa legendaria carrera. Tardaron dos días de incansable y casi ininterrumpido trabajo en su taller en Santiago. Era el auto del piloto Samuel Camsen quien no iba a competir ya que no tenía motor para hacerlo. Cuenta que era un Ford coupé, de colores negro y verde que originalmente perteneció a Humberto Valenzuela, quien luego se lo vendió a Bartolomé Ortiz (y este finalmente a Camsen). Le consiguieron un motor de un Ford 1934 que pertenecía a Domingo Venturelli, y como éste tampoco iba a correr el Gran Premio, gentilmente lo prestó. Era una planta motriz Ford preparada por Tomás “El Chino” Lí, con culatas Edelbrock de aluminio, eje de levas Iskenderian, múltiple de admisión Edelbrock de 4 carburadores, con todo lo cual Cristóbal sospecha que debe haber tenido de unos 180 a 200HP. Es así como trabajando día y noche en el garaje de Velasco, ubicado en calle Bustamante, lograron tener listo el auto a tiempo para partir ambos por tierra rumbo a Puerto Montt. Llegaron allí “al justo” y tuvieron que largar “a la cola” de todos los Turismo Carretera, que partieron encabezados por el Chevrolet de Eugenio Velasco que ese año de 1958 lucía el N°1 en sus puertas.

En el Circuito Los Dominicos con el Ford coupé N°11 de Turismo Carretera.

Sin embargo desde el inicio sorprendieron a los aficionados y a la prensa, ya que el Ford a los mandos del campeón peruano andaba muy fuerte y sobrepasaron rivales incansablemente, hasta llegar a entreverarse en la lucha por la punta con Raúl Jaras y Sergio Neder, llegando nada menos que terceros a la meta en Temuco. En la jornada siguiente siguió el ritmo vertiginosos, al punto que el Ford de la dupla Block-Velasco llegó en el primer lugar a la meta en Chillán viejo, escoltados por “Papín” Jaras, quien se había retrasado debido a un volcamiento sin consecuencias a la altura de Bulnes. En la última etapa hasta la capital, fue el Ford de Sergio Neder el que encabezó velozmente la carrera después de haber reenganchado, pues se había quedado en pana en la etapa anterior. Pero la lucha por el primer lugar en la clasificación general estaba circunscrita a Jaras y Block, quienes compitieron muchas horas palmo a palmo hasta llegar casi juntos a Santiago. Luego de cruzar la meta, ambos pilotos se fundieron en un gran abrazo de fraternidad, e igual cosa hicieron sus copilotos Tomás Lí y Cristóbal Velasco, importantes protagonistas del éxito de ambos. El promedio total del Chevrolet de Raúl “Papín” Jaras y Tomás Lí fue de 111,737 KPH para los 1.086 kilómetros de recorrido. Su tenaz escolta, el Ford de “Pity” Block y Cristóbal Velasco, puso 9 horas 58 minutos un segundo, a un promedio de 108,990 KPH. Hoy Cristóbal recuerda con emoción esa verdadera epopeya deportiva de 1958 en la que obtuvieron el 2° lugar en el Gran Premio, como si hubiese sido ayer.

Con “Pity” Block en la largada del Gran Premio.

 

Cruzando la meta en Santiago al obtener el 2° lugar en la larga carrera.

En 1960 emigró a EE.UU. contratado como ejecutivo por la General Motors, y después lo trasladaron a Filipinas. Nos relata: “Estando en Filipinas, país muy tuerca, organicé el equipo oficial de rally de concesionarios Isuzu con dos autos Isuzu Gemini preparados localmente con elementos importados de Europa y Australia. Obviamente el “chofer” de uno de ellos era yo mismo y logré obtener el titulo de subcampeón de rally. En mi primer rally, como siempre, el auto fue terminado a última hora y no me dio tiempo par a probarlo. Largamos a las 12 de la noche la primera cronometrada por un camino de tierra muy sinuoso y por supuesto, desconocido. Salí “con todo” en esta nueva aventura y a los pocos kilómetros de competencia “me tragué” una curva y volcamos quedando el auto descansando en el techo con las cuatro ruedas mirando “p’al cielo”. En el apuro de preparar el auto no se le hizo la jaula completa sino solo tenia un arco sobre la cabeza de los ocupantes. Al volcar, el techo se hundió desde la barra hasta el tablero, no quedando mucho espacio para las cabezas de los pilotos. Con la ayuda de unos mirones logramos poner el auto sobre sus ruedas para poder continuar ya que sólo hubo daño en el techo. Llegamos así al final del “prime” donde teníamos uno de nuestros auxilios. Al llegar el auto con todos los potentes faros encendidos, los auxiliares estaban algo encandilados y no vieron el techo hundido. Le grito a uno de ellos ¡una gata,una gata! …..y el me dice ¿para que rueda? ¡Qué rueda huevón… para el techo! le digo yo. Y acto seguido pusimos la gata entre el borde inferior de la ventana y el techo para levantarlo y poder seguir…… Después de todo, llegamos en el tercer lugar…”

En las memorables jornadas deportivas en Las Vizcachas a comienzos de los años 80.

En 1980 Cristóbal Velasco regresa Chile como socio fundador de Biggs Autos y donde organiza una nueva escudería de turismo con dos flamantes Ford Laser de 1.600 c.c. Recuerda con alegría: “equipo donde, de nuevo, obviamente fui el “chofer No.1“. En esos años 1981 y 82 los duelos entre los Alfa Romeo, los Nissan Stanza, los Renault Fuego y los Ford Laser dieron lugar a jornadas memorables en el autódromo de Las Vizcachas, las que sin duda hicieron historia en el automovilismo deportivo chileno. El Ford Laser piloteado por Cristóbal Velasco era uno de los coches más veloces y fue el que acumuló el mayor número de victorias. De sus rivales de esos años, Cristóbal recuerda muy especialmente a Santiago Bengolea y Alejandro Schmauk, los que conducían los Alfa Romeo del equipo Eurosport, y con quienes libró entretenidas batallas deportivas en la pista puentealtina. Desgraciadamente, durante la temporada de 1982 Velasco tuvo que regresar a EE.UU. por razones de trabajo, debiendo interrumpir su espectacular campaña cuando marchaba como puntero del Campeonato de Turismos hasta 1.600 c.c. Corría con los colores de la Universidad Católica, e incluso tuvo el honor de ser elegido Presidente de la Rama de Automovilismo de ese club.

El Ford Laser de Cristóbal Velasco era casi imbatible en Las Vizcachas.

En fin, dada su extensa actividad deportiva en el automovilismo, tanto en Chile como en el extranjero, son muchas las historias y anécdotas de este gran piloto y preparador, por lo que conversar con él es una experiencia muy grata y entretenida que puede prolongarse por horas. Como actualmente se desempeña como ejecutivo de Aston Martin Santiago, en su sede de Vitacura, cada vez que puedo me hago tiempo para pasar a saludarlo y revivir con él la historia de nuestro automovilismo deportivo que sin duda me apasiona. De paso, puedo admirar las verdaderas maravillas mecánicas inglesas que allí se exhiben.

La historia perdida del Circuito Los Domínicos

Extraído de Autoveloxmagazine.com

Al igual como se desarrolló la historia del automovilismo mundial, se desarrolló en Chile. Primeramente con carreras en caminos abiertos, luego en autódromos improvisados en calles (circuitos callejeros) y por último en autódromos cerrados.
El Circuito Los Domínicos fue una fuerte transición entre las carreras callejeras y el automovilismo “más profesional”.

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Carlos Orrego Renard: Gran Corredor de antaño

Por Rodrigo Velasco Santelices
Este destacado piloto, que fue pionero del automovilismo deportivo nacional, nació en Santiago en 1892. Debutó en las carreras de autos en 1917 y participó muy activamente en casi todas las competencias realizadas hasta el   año 1935. Fue de los primeros entusiastas automovilistas que realizaron pruebas de velocidad en el Parque Cousiño antes de 1920.

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