Por Rodrigo Velasco Santelices.
Este gran protagonista del automovilismo nació en Quillota, el 7 de Septiembre 1938. Su familia, de origen asturiano-español, llegó a Chile en 1897 y se estableció en esa zona.
Alfredo Rebolar comenzó a sentir interés por el automovilismo desde muy pequeño, incluso, cuando apenas tenía tres años, logró hacer andar el primer auto. Su cuñado, el corredor Eduardo Fernández Vilazpaz, más conocido en el mundo tuerca de los años 40 y 50 como “Tito Fernández”, acostumbraba visitar a la familia Rebolar Rivas en su Fundo Santa Teresa de Quillota, y en una de esas visitas dejó estacionado su veloz e impresionante Ford 1939 TC frente a las casas patronales. El pequeño Alfredo se subió al automóvil mientras todos almorzaban y, después de mover varios interruptores y botones lo hizo arrancar. Se desplazó unos 70 metros, con él parado en el asiento y tomado del volante, estrellándose finalmente con un camión que estaba guardado en un galpón, quedando el capot del auto de carreras completamente destruido.

A los 9 años, Rebolar ya era un fanático que viajaba en tren sólo a Santiago para asistir a las llegadas de los Grandes Premios o con el fin de ver carreras en el legendario Circuito de Macul donde venían corredores argentinos famosos como Fangio y los hermanos Gálvez. En ese escenario tuvo su primera experiencia a bordo de un coche de carreras, ya que Tito Fernández lo llevó a dar un par de vueltas en los entrenamientos. Siempre estuvo al día de todo lo que acontecía en las competencias en Chile y en Argentina, conociendo en detalle los nombres, la vida y las actuaciones de casi todos los pilotos. Reconoce que nunca se perdió el programa “Rugen Los Motores” y con el tiempo llegó a colaborar con Miguel Fuentes Pinto, “Pancho Rueda”, en comentarios y relatos. Allí conoció también a Octavio Sufán Espejo, gran locutor y relator de emocionantes carreras y quien más tarde intercedería para que Rebolar escribiera en el “Diario Ilustrado” muchos artículos sobre la Fórmula Uno, el automovilismo europeo y argentino.


Su primera oportunidad real de participar en una carrera fue a fines de 1963 en el “Circuito Carozzi” en Viña del Mar. Tenía en esos tiempos un automóvil deportivo inglés convertible, un MGA, que desarrollaba poca velocidad. De todas maneras, llegó segundo en la serie de autos sport y tuvo el honor de recibir el banderazo de manos nada menos que de Juan Manuel Fangio. Luego vinieron dos carreras en el “Circuito Limache”, las que ganó, consiguiendo el título en la categoría Sport.

Su salto más grande fue en 1964, cuando pudo cambiarse a un veloz y confiable Volvo B-18. La primera carrera con él fue en Las Barrancas, donde dejó atrás a todos los Standard, incluyendo a los de gran cilindrada. Este resultado lo animó a participar esa misma tarde en Turismo de Carretera, en la que resultó tercero.
Después de ganar varias fechas en los Standard, comenzó a recibir ayuda de Di-Volvo, lo que contribuyó para que corriera su primer Gran Premio, el Santiago – Arica de 1964, donde su copiloto fue el conocido mecánico Ismael Orellana. Orellana sería desde ese momento, y por mucho tiempo, el copiloto oficial de Alfredo Rebolar, aunque también figura Remo Ridolffi entre los ocupantes de la butaca derecha en algunas carreras

“El Volvo tenía el motor Standard, pero de gran compresión, por lo que usaba gasolina de aviación. Pocos minutos antes de largar los directivos de la carrera ordenaron vaciar los estanques de todos los autos de la categoría Standard y llenarlo con gasolina normal, que en esos tiempos era de sólo 78 octanos. De todas maneras, tomé la punta muy luego, poniendo 25 minutos a La Calera, donde ya llevaba una importante ventaja. La cuesta “El Melón” la subí y bajé a gran velocidad, como si estuviera corriendo en un circuito en vez de una de carretera de larga duración. A la altura de Pichidangui el motor comenzó a “ratear”, por lo que pensamos era una falla eléctrica. Al detenernos en Los Vilos, recién pasó como líder don Bartolo Ortiz. Ismael pronto descubrió que el desperfecto no era eléctrico sino era un pistón perforado y, sacando la bujía correspondiente, nos pusimos nuevamente en marcha en tres cilindros. En las subidas, varios autos me pasaban, pero luego de bajada volvía a recuperar gran velocidad. Esto me permitió llegar a La Serena . Allí estaba el auxilio de Volvo, con su jefe, el famoso Monsieur Tariel, un simpático francés, jefe del servicio Divolvo, y un grupo de expertos mecánicos. Aprovechando dos horas de neutralización cambiaron y armaron un nuevo motor. A poco de partir hacia Copiapó, donde terminaba la primera etapa, en las lindas curvas de la Cuestas Buenos Aires y Pajonales, ya había superado a casi todos, excepto los punteros de Turismo de Carretera. Esa etapa y las siguientes, Copiapó-Antofagasta y Antofagasta-Iquique, las gané con relativa facilidad.

“En la última etapa, Iquique-Arica, me tocó partir último, ya que al dirigente don Lucho Campos Camus se le ocurrió que, para que la llegada en Arica tuviese más emoción y los coches llegaran más juntos, partieran desde el centro de Iquique los Standard más pequeños en primer lugar y los más veloces al último. Bartolomé Ortiz largó primero de los TC que lo hicieron con posterioridad. Antes de la partida don Bartolo preguntó cuál era el Standard más veloz y le dijeron que el mío, que era de color gris y tenía el numero 55, pues lógicamente él quería arribar primero a Arica. Antes de llegar a Alto Hospicio los había superado a todos, incluyendo a Eduardito Kovacs que iba primero en un veloz NSU. Luego en la pampa y en las quebradas fui muy atento mirando el espejo si aparecía don Bartolo, para darle la pasada. Pero pasó el tiempo y no apareció, así es que le empecé a dar con todo al Volvo, pinchando un neumático trasero en los últimos kilómetros y llegando sólo con la llanta a la meta en Arica. La meta estaba repleta de público, radios y periodistas, que no podían creer que yo llegara delante de Ortiz, casi por diez minutos.

“Al entrar Don Bartolo al Parque Cerrado vio mi auto, lo que le produjo irritación. Lo que había pasado es que en la pampa, en el medio de una enorme polvareda, al ir sobrepasando a los Standard, adelantó al que iba primero del lote y que era el 56 de Arroyo, creyendo que era el mío, y luego bajó su velocidad para cuidar el auto y asegurar su llegada a Arica, pues la carretera era tremendamente mala y peligrosa”, recuerda Rebolar.

El Circuito El Morro y Gran Premio Arica fue otra de las competencias importantes en la carrera de Rebolar. Este evento se realizó el domingo siguiente de El Gran Premio Santiago-Arica y reunió a una cantidad inmensa de público y automóviles de las diferentes categorías. El circuito era de tierra y estaba ubicado en las cercanías del Morro de Arica y su extensión era de 4 kilómetros aproximadamente.

La primera carrera de la tarde fue la de los Standard. Los rivales más peligrosos eran los Alfa Romeo peruanos y los Volvo chilenos. A pesar de eso, Rebolar tuvo la suerte y pericia para ganar con bastante facilidad. La segunda carrera fue muy especial, ya que era de “Fuerza Libre” y en la que participaban potentes Ford venidos desde el Perú, además del Mercedes-Benz “Alas de Gaviota” de Eduardo Kovacs Jones y el “especial con motor V8” de Raúl Papín Jaras. Le propusieron a Alfredo que corriera nuevamente para aumentar el número de participantes, lo que aceptó gustoso, pues su auto andaba muy bien y él ya conocía el circuito a la perfección. Rebolar logró llegar tercero, después de Papín y del Volvo de Juan Armando Band. Luego vino la carrera principal que era la de Turismo de Carretera, donde también participarían Bartolomé Ortiz y Papín Jaras. Nuevamente le pidieron a Alfredo Rebolar que corriera y él aceptó, saliendo tercero. Gran desempeño sin lugar a dudas.

En el mes de diciembre del año 1964, se efectuó la primera SOPESUR, Santiago-Puerto Montt-Concepción, en la que también participó Rebolar. A la altura de Curicó, iba primero con una ventaja de casi 5 minutos sobre el segundo.

Esa prueba la recuerda nítidamente el corredor: “Pasando Talca, empecé a ver por el retrovisor un punto que se agrandaba cada vez más y resultó ser Bartolomé Ortiz, que en ese momento corría su última carrera y venía a una velocidad realmente impresionante. Me pasó en una curva bastante cerrada, a más de 250 Km/h, con el auto totalmente cruzado. La primera etapa terminaba en Temuco, en la que vencí con bastante holgura mi categoría y llegando entremezclado con los primeros TC. En ese punto, Papín Jaras ya era el dominador de la carrera. La siguiente sub-etapa era Temuco-Valdivia la que volví a ganar con mayor margen, ya que se desarrolló en medio de una gran tormenta de lluvia y viento, pasando por la cuesta de Lastarria. Las etapas siguientes las dominé con comodidad, llegando primero en mi serie a Concepción y salí tercero en la clasificación general. Ese año y el siguiente, fui campeón de Chile en la serie Standard”.

El Gran Premio más importante en el que compitió Rebolar fue sin duda el Gran Premio “El Mercurio” Arica-Puerto Montt, el que hizo en su Ford TC. En la primera etapa que terminaba en Antofagasta, llegó onceavo, debido a una intermitente falla del motor. En la segunda parte entre Antofagasta y La Serena el auto se comportó mejor y logró arribar tercero, después de Lucho Gimeno y Manuel Comandari. La tercera etapa entre La Serena y Santiago, conservó el tercer lugar a pesar de que se repitieron las mismas fallas en el motor. En Santiago, se descubrió la raíz del problema y aparentemente se solucionó porque el auto anduvo bien en la cuarta fase entre Santiago y Temuco donde llegó segundo. Al día siguiente, para Rebolar fue la etapa más espectacular ya que el camino era con muchas más curvas y ya en Valdivia iba primero. En Puerto Montt consiguió ganar la última fracción logrando el segundo lugar en la clasificación general. Este fue uno de los éxitos más importantes de su nutrido palmarés deportivo. Al respecto señala: “Recuerdo con gran cariño y emoción el gran homenaje que me brindaron en Limache después de este Gran Premio, organizado por la Municipalidad, donde se reunieron miles de personas en plena calle central de Limache, estando presente todas las autoridades y organizaciones locales, cuyos representantes me entregaron importantes premios y trofeos”.

Posteriormente comenzó a haber competencias casi exclusivamente en circuitos, participando Rebolar en escenarios como Roca Roja en Antofagasta, Las Machas de Arica, Tobalaba, La Reina y El Bosque en Santiago, y el de su natal Limache, entre otros. También corrió con Volvo la famosa prueba internacional Las Seis Horas de Lima, haciendo equipo con Enrique Hagemann, logrando ambos un excelente tercer lugar entre más de100 competidores.

En 1974, Rebolar ganó la carrera más importante para él, el Gran Premio “Vendimia” de Mendoza en la que tuvo la suerte de vencer a los mejores argentinos del TC de esa época. Ese mismo año, el Comité Olímpico de Chile lo premió en forma especial por la hazaña de haber ganado una carrera de automóviles en Argentina.

Destaca en su historial también la SOPESUR de 1967, la que recuerda como una carrera de grandes anécdotas: “Largamos los Turismo Carretera desde Santiago en pelotón. Hasta Temuco fuimos con Boris Garafulic 1ro y 2do y llegamos distanciados sólo a unos pocos metros como buenos compañeros del equipo Ford. Saliendo de Temuco, y en medio de una intensa lluvia, en una curva de la Cuesta de Lastarria, el auto de Boris perdió el control, despistándose marcha atrás e irrumpiendo en un potrero en el que iba chocando contra unos pequeños árboles. Me detuve con mi copiloto Ismael Orellana y empezamos a empujar el Ford de Boris hasta sacarlo a la carretera. Cuando pudimos retirarlo del lugar ya habían pasado casi la mitad de los autos en carrera. Luego de subirnos al auto, entre tratar de sacarme un poco el barro, ponerme los complicados cinturones de seguridad y arrancar, ya mi amigo Boris había partido, por lo que me puse a seguirlo en el medio de la terrible lluvia y gran cantidad de agua que había en el camino. Al llegar a Valdivia, alcanzamos al Ford Thunderbird de Renato Brambilla, el que debe haber ido a unos 200 Km/h. Cuando Brambilla vio a Garafulic se abrió para dejarle paso e inmediatamente se cerró tratando de “chuparse”, sin percatarse de que yo venía sólo 2 metros más atrás, lo que me obligó a hacer una violenta maniobra sobre el agua, deslizándome con una enorme suerte de no chocarlo y de pasar a sólo 2 milímetros. En Valdivia, Brambilla me dio las disculpas y nos dimos un gran abrazo. Lo mismo hizo Garafulic. La siguiente etapa fue Valdivia-Puerto Montt, donde logramos recuperar los puestos y donde llegué segundo detrás de Germán Picó y su famoso Austin Healey y delante de Garafulic. Finalmente, en esa carrera, a la meta de Concepción llegamos primero y segundo.”

Con la desaparición de los Grandes Premios en carretera, Rebolar se especializó en el Circuito Las Vizcachas, logrando varias veces los mejores tiempos en él. Hace memoria y expresa: “Creo que la carrera más emocionante y espectacular fue la de Las Seis Horas de Chile en Las Vizcachas, en la que corrieron más de cien autos. Cada piloto manejaba hasta tres horas. La dupla más veloz fue Garafulic y Claudio Ibarra en el Mustang de este último. Yo compartí el veloz Ford Falcon de Mario Queirolo, con quien terminamos segundos después de una cerrada competencia durante todas las horas, haciendo las delicias del público. Una carrera memorable y hermosa. Nuestro Falcon estuvo preparado por Ridolfi”
Rebolar recuerda con mucho cariño a competidores como Boris Garafulic, con quien fueron compañeros de equipo tanto en Volvo como en Ford; a Luis Gimeno, Juan Gac, Manuel Comandari y, por supuesto, a Tito Fernández, Juan Manuel Fangio y Oscar Alfredo Gálvez, quienes forman el grupo de sus grandes ídolos.
Siempre corrió representando a Limache y perteneció a clubes como La Rama de Automovilismo Deportivo de la Universidad Católica y de la Unión Española. Tuvo varios autos diferentes a lo largo de su carrera deportiva. En sus inicios participó en un deportivo MGA, luego en el Volvo B-18, que fue con el que ganó la mayor cantidad de carreras. A continuación se pasó al Ford Falcon con motor V8 de 5000 cc y equipo especial de carreras. Por un tiempo, tuvo el famoso auto argentino llamado “Martín Fierro” con un motor Chevrolet V8 de cerca de 500 caballos, y terminó corriendo con una Liebre III, ex Gastón Perkins, con motor V8 Chevrolet. Una larga y fructífera vida deportiva plagada de éxitos.
Después de cerrar su época de corredor, Alfredo Rebolar siguió participando por varios años como Vicepresidente de la Federación Chilena de Automovilismo deportivo, dando todo lo que pudo por el progreso del deporte chileno, siendo distinguido por parte del Comité con el premio al Mejor Dirigente Deportivo de Chile. Es que Alfredo Rebolar no solamente ha sido un gran corredor de autos y dirigente tuerca, sino un deportista multifacético que ha practicado con éxito otros deportes como tenis, ski y especialmente polo, ganando innumerables torneos en Chile y en el extranjero. Actualmente es el jugador de polo más antiguo en actividad, jugando en torneos oficiales de carácter nacional.